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SITIO OFICIAL DE SOPHIE SANDOLO

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Aquí está el sitio oficial de Sophie Sandolo, la hermosa jugadora italiana de Golf.

www.sophiesandolo.it

 

RÁPIDA ENTREVISTA A UN JOVEN SKINHEAD DE 18 AÑOS

RÁPIDA ENTREVISTA A UN JOVEN SKINHEAD DE 18 AÑOS:

Caminando por la calle nos encontramos con un joven cabeza rapada, aprovechando que teníamos un grabador, decidimos hacerle una pequeña entrevista.

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El joven Skinhead NS entrevistado, nos muestra su tatuaje.

1) - ¿Porqué sos Skinhead?

Porque considero importante demostrar cuales son mis creencias y lo hago mediante la estética. Esto me sirve para conocer gente interesada en el tema. Ustedes me están entrevistando ahora gracias a que soy skinhead, si no fuera por eso, les hubiera pasado desapercibido.

2) Cuando decís "gente interesada en el tema" ¿Hablás del tema Skinhead?

Hablo de los skinheads pero también del nacionalsocialismo. Yo me considero skinhead y, además, nacionalsocialista. Entonces alguien que no está interesado en ser skinhead, sin embargo me ve por la calle y piensa "¿será nazi?" y si está interesado en el nacionalsocialismo, se me va a acercar a hablar, eso es lo más importante de la estética, marcar una tendencia ideológica abierta al diálogo.

3) Sin embargo uds. no tienen mucha fama de "tendencia al diálogo" que digamos. ¿Qué opinas de eso?

Creo que eso es verdad. Los medios de comunicación están en manos de gente que nos odia, y se encarga de mostrarnos de forma negativa y darnos mala fama, nuestro trabajo entonces es demostrar que eso que se ve en la tele no es cierto, y que somos personas abiertas, eso se demuestra con nuestra conducta diaria. La gente ve un skinhead y cruza la calle, nosotros entonces nos tenemos que encargar de que la gente pierda ese miedo, siendo amables en la calle, en las universidad, en el club, en el trabajo, etc.

4) ¿Y porqué sos nacionalsocialista, qué te llevó a eso?

Para serte sincero fue de pura casualidad. Tenía el cerebro bastante lavado por el sistema y entonces pensaba, como la mayoría de la gente, que los nazis eran unos dementes asesinos que comían niños. Un día, para hacer un trabajo académico sobre el tema del nazismo, entre a una página "nazi", tratando de recolectar información. Lo primero que vi fue un texto revisionista y pensé "¿Como pueden negar el holocausto estos hijos de puta?" pero una vez que comencé a leer el texto vi que era coherente, y que tenía fundamentos serios y pruebas basadas principalmente en testimonios de los "sobrevivientes" del "holocausto". Es decir que desde el punto de vista del análisis científico, el artículo respetaba los criterios de la lógica, la argumentación, etc. Para no quedarme con una sola campana busqué artículos que refutaran a los historiadores revisionistas, pero solo me encontraba con insultos y descalificaciones, prohibiciones y censuras, pero nada concreto. Continué leyendo sobre revisionismo del "holocausto" y de a poco comencé a interesarme en otros temas relacionados con el nacionalsocialismo, principalmente el tema racial. Luego de un largo proceso de investigación, comparaciones y análisis, me di cuenta que si me dieran a elegir entre cualquier forma de organización social y política, elegiría el sistema nacionalsocialista, para mis hijos, mi familia, mis amigos, mi raza y yo. Por ende, me considero nacionalsocialista.

El Nuevo Orden Ecológico

El Nuevo Orden Ecológico

por Luc Ferry

ECOLOGÍA - NUEVORDEN

Capítulo: La ecología nacionalsocialista: las legislaciones de noviembre de 1933, julio de 1934 y junio de 1935

Es lamentable pero el mejor trabajo que hay en Castellano sobre la legislación Nacionalsocialista sobre la Naturaleza y los Animales, está escrita por un profundo adversario liberal, Luc Ferry. Por tanto, y pese a sus inclusiones antifascistas, este texto puede considerarse esencial para entender el espíritu y el alcance enorme de la política Nacional Socialista sobre Naturaleza y protección de los animales. Está magníficamente detallada y por encima de comentarios del autor, puede descubrirse la esencia de esta posición. Por desgracia los textos esenciales están en alemán y no disponibles para poder leerlos y difundirlos.


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«Im neuen Reich darf es keine Tierquálerei mehr geben» «(En el nuevo Reich no debe haber cabida para la crueldad con los animales»).

Sacadas de un discurso de Adolfo Hitler, estas simpáticas declaraciones inspiran la imponente ley del 24 de noviembre de 1933 sobre la Protección de los animales (Tierscchutzgesetz). Según Giese y Khler, los dos consejeros técnicos del Ministerio del Interior encargados de la redacción del texto legislativo, de lo que se trataba era de trasladar por fin este mensaje del Führer a la realidad concreta -una tarea imposible, al parecer, antes de la llegada al poder del nacionalsocialismo-. Eso es por lo menos lo que explican en la obra que publican en 1939 bajo el título: El derecho alemán de la protección de los animales.(1) En sus trescientas páginas de apretada escritura se encuentran reagrupadas todas las disposiciones jurídicas relativas a la nueva legislación, así como una introducción que expone los motivos «filosóficos» y políticos de un proyecto cuya amplitud, en efecto, no tenía entonces parangón. Muy pronto quedarán completadas, el 3 de julio de 1934, con una ley que limita la caza (Das Reichsjagdgesetz), y más adelante, el 1 de julio de 1935, con ese monumento de la ecología moderna que es la Ley sobre la Protección de la Naturaleza (Reichsnaturschutzgesetz). Fruto las tres de un encargo de Hitler, que hacía de ello un asunto personal, aun cuando correspondían también a los deseos de numerosas y poderosas asociaciones ecológicas de la época (2), llevan, además de la del canciller, las firmas de los principales ministros afectados: Göring, Gürtner, Darré, Frick y Rust.



Un hecho sorprendente: aun siendo estas tres leyes las primeras del mundo que tratan de compaginar un proyecto ecológico de envergadura con el afán de una intervención política real, no se encuentra el menor rastro de ellas en la literatura actual dedicada al entorno (salvo contadas alusiones esgrimidas por los adversarios de los Verdes, bastante vagas por basarse en referencias de segunda mano). Se trata sin embargo de una serie de textos muy elaborados, absolutamente significativos de una interpretación neoconservadora de lo que más adelante se llamará «ecología profunda». Resulta necesario, por ello, analizarlos.

Empecemos por precisar el objetivo. Se ha destacado con frecuencia unos paralelismos preocupantes entre el amor del terruño que impulsa una determinada ecología fundamental y los temas fascistizantes de los años treinta. Hemos podido calibrar, en los capítulos anteriores, en qué medida estos acercamientos podían a veces estar justificados. Pero también hay que desconfiar de la demagogia que recurre al rechazo que inspira el Nacionalsocialismo para descalificar a priori cualquier preocupación ecológica. La presencia de un auténtico interés por la ecología en el seno del movimiento nacionalsocialista no constituye, en mi opinión, una objeción pertinente a la hora de hacer un examen crítico de la ecología contemporánea. Así las cosas, habría que denunciar como fascista la construcción de autopistas -es sabido que constituyó una de las prioridades del régimen nacionalsocialista-. En este caso, como en ninguno, la práctica genealógica de la sospecha no es de recibo.

(...)

El amor hacia la naturaleza, tal y como la ecología profunda nos invita a practicarlo, va acompañado, tanto entre los «reaccionarios» como entre los «progresistas», de una cierta propensión a lamentar todo lo que en la cultura resulta de lo que aquí he llamado «el desarraigo» (pero que también cabe designar de forma peyorativa como «erradicación») y que desde siempre la tradición de la Ilustración ha considerado como el signo de lo propiamente humano. Todos los pensamientos que hacen que el hombre sea un ser de transcendencia, trátese del judaísmo o del criticismo posthegeliano, por ejemplo, (3) como asimismo del republicanismo francés, lo definen también como el ser de anti naturaleza por antonomasia. No es sorprendente, en estas condiciones, que el hitleriano saque el revólver cuando oye la palabra cultura, pues en realidad es para disparar sobre el apátrida, sobre el que no está arraigado en una comunidad. Como tampoco sorprende que lo haga conservando intacto su amor por el gato o por el perro que animan su vida doméstica. A este propósito, las tesis filosóficas que dejan entrever las legislaciones nacionalsocialistas solapan a menudo las que demandara la deep ecology, y ello por una razón que no debería subestimarse: en ambos casos, nos encontramos ante una misma representación romántica y/o sentimental de las relaciones de la naturaleza y la cultura, unida a una revalorización común del estado salvaje en contra del de la (pretendida) civilización. Como machaconamente no ha parado de insistir el biólogo Walther Schoenichen, uno de los principales teóricos nacionalsocialistas de la protección del medio ambiente, las legislaciones de 1933-1935 constituyen la culminación del movimiento romántico, «la ilustración perfecta de la idea popular del romanticismo» (die Darstellung del völkischromantischen Idee). (4). Resulta significativo que, pese a su aversión por Estados Unidos, esa patria del liberalismo y de la plutocracia -una repugnancia que se conserva intacta entre muchos jóvenes ecologistas alemanes-, reconozca un vínculo de parentesco entre el amor del «Wilderness» y el «des Wilden».- en ambos casos, a través de unas palabras que ponen de manifiesto un hermoso origen común para designar el «salvajismo», lo que se expresa es una determinada voluntad de recuperar la perdida virginidad natural. Y Schoenichen acoge como un acontecimiento decisivo para el establecimiento de una relación correcta con la naturaleza la creación, a mediados del siglo pasado, de los «Parques nacionales» americanos. Destaca, con absoluta seriedad, que la propia expresión en sí constituye un feliz hallazgo, puesto que comporta por lo menos una palabra que va en la buena dirección... (5)

Las dos ideas de naturaleza

No se trata de autorizar aquí la opinión según la cual el nacionalsocialismo sería la mera y sencilla continuación del romanticismo y, por así decirlo, como pretende Schoenichen, su realización correcta. Sería sin duda tan absurdo considerar a Hölderlin o a Novalis como los padres fundadores del nacionalsocialismo como ver en Stalin al intérprete más fiel de Marx. Y pese a todo, en la base de las legislaciones nacionalsocialistas está, en efecto, la recuperación del tema central de la lucha del sentimentalismo romántico contra el clasicismo de la Ilustración: la verdadera naturaleza, a la que hay que proteger a toda costa contra los perjuicios de la cultura, no es la que ha sido transformada por el arte, y precisamente a través de ello mismo humanizada, sino la naturaleza virgen que da fe todavía del origen de los tiempos. Resulta imposible comprender la ecología nacionalsocialista si no se percibe que se inscribe en el marco de un debate ya secular sobre el estatuto de lo natural como tal. Tenemos que recordar brevemente cuál es su envite principal, decisivo en este contexto.

Desde mediados del siglo XVII van surgiendo, al filo de una disputa que enfrenta a dos escuelas estéticas, la del clasicismo y la del «sentimentalismo», dos representaciones antinómicas de la naturaleza. (6) Pero a través de éstas no sólo se trata del estatuto de la belleza y del arte, sino de nuestras actitudes filosóficas y políticas respecto a la civilización en general, pues el proceso de elaboración de la cultura nos aleja de forma, al parecer, irreversible de la autenticidad supuesta de los orígenes perdidos. Para los clásicos, cuya patria de elección es Francia, este alejamiento es saludable. Más aún, la ocurrencia de una naturaleza a la vez originaria y auténtica carece a decir verdad de sentido. La razón es la siguiente: a partir del cartesianismo y de su lucha contra el animismo de la Edad Media surge la idea de que la naturaleza verdadera no es la que percibimos de forma inmediata a través de los sentidos, sino la que aprehendemos mediante un esfuerzo de la inteligencia. Mediante la razón, según Descartes, aprehendemos la esencia de las cosas. Y lo que los clásicos franceses llamarán «naturaleza» no es más que esta realidad esencial que se opone a las apariencias percibidas en la inmediatez sensible. Así Moliére, que trataba en sus comedias de «hacer una pintura a partir del natural», no nos describe la vida cotidiana de los hombres corrientes, sino que esboza el retrato ideal típico de caracteres esenciales.- el avaro, el misántropo, el don Juan, el hipocondríaco, etc.

El arquetipo de esta visión «clásica» y racional de la naturaleza lo tenemos por descontado en los jardines a la francesa. Están totalmente basados en la idea de que, para alcanzar la esencia verdadera de la naturaleza, o, para expresarle mejor, la «naturaleza de la naturaleza», hay que recurrir al artificio que consiste en «geometrizarla». Pues mediante la matemática, mediante el uso de la razón más abstracta es como se aprehende la verdad de lo real. Como escribió Catherine Kinzler: «El jardín a la francesa, trabajado, recortado, dibujado, calculado, alambicado, artificial y forzado es en última instancia, si se quiere ir al fondo de las cosas, más natural que un bosque silvestre... Lo que se propone a la contemplación estética es una naturaleza cultivada, dominada, llevada a su límite, más verdadero y más frágil al mismo tiempo porque lo esencial sólo se presta a ser desvelado a regañadientes». (7). Así pues, para los clásicos franceses, el jardín a la inglesa no es natural: en el mejor de los casos, se limita a las apariencias. No alcanza la realidad de lo real. Peor aún, puede caer en la afectación y el manierismo, puesto que no encarna la naturaleza en estado bruto, ni tampoco su verdad matemática esencial. En cuanto a los paisajes silvestres, el bosque, el océano, la montaña, sólo pueden inspirarle un justificado espanto al hombre de gusto: el caótico desorden que reina en ellos oculta la realidad. Si la armonía de las figuras geométricas evoca la idea de un orden divino, la naturaleza virgen sólo aporta al espíritu imágenes paganas, en la linde de lo diabólico. Por esta razón, en el decurso de todo el período clásico, los Alpes, que representan actualmente para nosotros un lugar de turismo privilegiado, sólo serán percibidos como un obstáculo que resulta enojoso tener que cruzar. (8) Lo hermoso, en esta óptica, sólo puede ser la presentación artificial de una verdad de la razón, y no la representación de los sentimientos que puede inspirarnos la restauración de un origen que habría ocultado la civilización de los hombres. Amamos la naturaleza elaborada, pulida, en una palabra, cultivada y, por decirlo todo, humanizada.

Contra esta visión clásica de la belleza se rebela la estética del sentimiento. Lejos de ser matemática, trabajada y humana, la naturaleza verdadera se identifica con la autenticidad original, cuyo sentido, en palabras de Rousseau, hemos perdido por culpa de la cultura de las ciencias y de las artes. Lo natural, en este caso, no es pues lo esencial, como en los clásicos, sino lo que todavía no está desnaturalizado y llamamos «estado salvaje». El bosque, la montaña y el océano recuperan sus derechos en contra de los artificios de la geometría. Y más aún: lejos de que la naturaleza pueda humanizarse por la civilización -lo único que hace en ella es perderse-, son los hombres los que, pese a sus pretensiones, le pertenecen por entero. Por lo tanto han de permanecerle fieles. De ahí, en Rousseau y en los primeros románticos, la apología de aquellos que son designados de forma significativa como los «naturales»: esos «caribeños» que el amor por el lujo y los artificios todavía no han corrompido, pero también esos «orgullosos montañeros de corazones puros» a los que su propio aislamiento ha protegido del mal. (9) De este modo renace el mito de la edad de oro y del paraíso perdido. Y, como debe ser, este renacimiento va acompañado del inevitable discurso sobre la «caída», que anuncia el tema antihumanista del «ocaso de Occidente».

Se ha subrayado con frecuencia lo mucho que esta estética del sentimiento sigue todavía alejada del romanticismo en su madurez. ¿Acaso no se presenta este último como una síntesis de la oposición entre clasicismo y sentimentalismo? La naturaleza se define en él como «Vida», como la unión «divina» del cuerpo y del alma, de la sensibilidad y de la razón. Lo que no quita que la separación entre el sentimentalismo y el romanticismo esté menos clara de lo que suele afirmarse: los románticos conservarán hasta en su filosofía de la historia la idea de una edad de oro perdida, así como la de que la belleza es algo que pertenece mucho más al ámbito de los sentimientos que al de la razón.

Estos dos temas son, esencialmente, los que conservará la ecología nacionalsocialista, oponiendo al clasicismo francés, racionalista, humanista y artificialista, la representación «alemana» (10) de una naturaleza original, salvaje, pura, virgen, auténtica e irracional, accesible únicamente a través de las vías del sentimiento. Esta naturaleza original se define como tal incluso por su carácter extrahumano. Es exterior al hombre y anterior a él.- exterior a su razón matemática y anterior a la aparición de la cultura artificial de la que el desvarío y el orgullo humanos son los únicos responsables.

En su obra de 1942, dedicada a la Protección de la naturaleza como tarea cultural popular (völkisch) e internacional, Walther Schoenichen precisa, en una perspectiva nacionalsocialista, en qué términos hay que comprender la noción de naturaleza. Sus precisiones no carecen de interés: partiendo de la «evidencia» de que «el respeto por las creaciones de la naturaleza está inscrito en la sangre de los pueblos del Norte», empieza por lamentar el hecho, poco discutible en efecto, de que la palabra «naturaleza» remite por su etimología al latín «natura». Un origen fastidioso, demasiado meridional, casi francés, que Schoenichen prefiere sustituir por la palabra griega phyo, que significa «criarse, haber nacido», y que forma el sustantivo physis, del que procede la palabra «física». Esta operación filológica presenta la ventaja de llegar a la conclusión siguiente: «Visto lo que antecede, cabe tener por seguro que el concepto de la naturaleza designa en primer lugar unos objetos y unos fenómenos que se han hecho por sí solos, sin la intervención del hombre). Nos encontramos en las antípodas de la naturaleza «humanizada» de los clásicos. Y ahí está lo esencial, según Schoenichen, que insiste sobre el valor y sobre el significado de la etimología griega según la cual «la ausencia, incluso la exclusión, de cualquier intervención de los hombres constituye el rasgo absolutamente característico de la naturaleza». Así pues, se podrá, ya que resulta necesario, germanizar (verdeutschen) la palabra naturaleza hablando en su lugar de Urlandschaft, ¡de «tierra» o de «campiña original»!

Con una definición semejante, la ecología nacionalsocialista establece como por adelantado un vínculo entre la estética del sentimiento y lo que más adelante se convertirá en el tema central de la ecología profunda, a saber, que el mundo natural es en sí mismo digno de respeto, independientemente de cualquier consideración de los seres humanos. En este sentido cita Schoenichen con énfasis los textos de Wilhelm Heinrich Riehl que anuncian la crítica de las justificaciones utilitarias, por lo tanto antropocéntricas, que se suele dar de la ecología en una perspectiva «medioambientalista»: «El pueblo alemán tiene necesidad del bosque. Y aun en el caso de que ya no tuviéramos necesidad de la leña para calentar al hombre exterior... no por ello dejaría de resultar igual de necesario para calentar el hombre interior. Tenemos que proteger el bosque, no sólo para evitar que se enfríe la estufa en invierno, sino para que el pulso del pueblo siga latiendo caliente, alegre y vital, para que Alemania siga siendo alemana». En buena lógica, esta deconstrucción de la primacía de los intereses individuales se cierra con una reivindicación clara e inequívoca del derecho de los árboles y de las rocas: «Durante siglos nos han ido hinchando la cabeza con la idea de que el progreso era defender el derecho de las tierras cultivadas. Pero hoy en día, es un progreso reivindicar los derechos de la naturaleza salvaje junto al de los campos. ¡Y no sólo los de los terrenos arbolados, sino también los de las dunas de arena, de las marismas, de las garrigas, de los arrecifes y de los glaciares!».

La crítica del antropocentrismo y la reivindicación de los derechos de la naturaleza

Están especialmente presentes en la ley más importante, la que se refiere a la protección del reino animal, «esa alma viva de la campiña», según la formulación de Göring. Nos topamos, bajo la pluma de los redactores principales, Giese y Kahler, con un dilatado y minucioso análisis de las innovaciones radicales propias de la Tierschutzgesetz nacionalsocialista por oposición a todas las legislaciones anteriores, extranjeras o no, dedicadas a la misma cuestión. Pero, por confesión propia, esta originalidad se debe a que, por primera vez en la historia, el animal está protegido como ser natural, por si mismo, y no en relación con los hombres. Toda una tradición humanista, hasta tal vez humanitarista, defendía la idea de que, por supuesto, había que prohibir la crueldad para con los animales, pero más porque expresaba una mala disposición de la naturaleza humana -tal vez incluso porque corría el peligro de incitar a los seres humanos a la violencia-, que porque atentara contra los animales en cuanto tales. Como ya hemos visto, en este espíritu la Ley Grammont prohibía en Francia, desde mediados del siglo XIX, el espectáculo público de la crueldad hacia los animales domésticos (tauromaquias, peleas de gallos, etc.).

Pero si comparamos la Tierschutzgesetz con las que entran en vigor en los demás países de Europa a finales de los años veinte, es manifiesto, en efecto, que destaca por su voluntad expresa de acabar con el antropocentrismo (11). Hay que citar aquí la letra de los textos, que son de una precisión ejemplar:

«... el pueblo alemán posee desde siempre un gran amor por los animales y siempre ha sido consciente de las elevadas obligaciones éticas que tenemos para con ellos. Aun así, sólo gracias a la Dirección Nacionalsocialista el deseo, compartido por círculos muy amplios, de una mejora de las disposiciones jurídicas respecto a la protección de los animales, el deseo de la promulgación de una ley específica que reconozca el derecho que poseen los animales en cuanto tales a ser protegidos por sí mismos (um ihrer selbst Willen) ha sido llevado a la práctica».

Dos son los indicios que, dominando toda la inspiración de esta nueva legislación, ponen de manifiesto su carácter no antropocéntrico. Según los redactores de la ley (y, salvo excepciones, entre las que se cuenta la de Bélgica, tienen razón), en todas las demás legislaciones, incluidas las alemanas anteriores al nacionalsocialismo, para que la crueldad hacia los animales fuera castigada era necesario que fuera pública y dirigida contra animales domésticos. Por consiguiente, los textos jurídicos no constituían «una amenaza de castigo que sirviera para la protección de los animales en sí mismos con el fin de preservarlos por adelantado de los actos de crueldad y de los malos tratos», sino que estaban dirigidos en realidad a «la protección de la sensibilidad humana frente al penoso sentimiento de tener que participar en una acción cruel en contra de los animales». De lo que se trata ahora es de reprimir la “crueldad como tal, y no debido a sus efectos indirectos sobre la sensibilidad de los hombres». El legislador insiste una y otra vez: «La crueldad ya no es castigada partiendo de la idea de que habría que proteger la sensibilidad de los hombres del espectáculo de la crueldad contra los animales, el interés de los hombres ya no es en este caso el trasfondo del asunto, sino que se reconoce que el animal debe ser protegido en cuanto tal (wegen seiner selbst)». Los actos de crueldad cometidos en privado serán, a partir de ahora, tan reprensibles como los demás.

Dentro del mismo espíritu, (12) es necesario superar la oposición, también de inspiración antropocentrista, entre animales salvajes y animales domésticos, con lo que la legislación nacionalsocialista anticipa de forma innovadora las exigencias más radicales del antiespecismo contemporáneo. Ese es el objeto del párrafo primero de la ley que «vale para todos los animales. Por "animal", en el sentido que lo entiende la presente ley, se comprenderán todos los seres vivos designados como tales tanto por el lenguaje corriente como por las ciencias de la naturaleza. Así pues, desde el punto de vista penal, no se hará ninguna diferencia entre animales domésticos y otros tipos de animales, ni entre animales inferiores y superiores, como tampoco entre animales útiles y nocivos para el hombre». Con lo que, con este texto que podrían firmar y rubricar con ambas manos nuestros deep ecologists, nos encontramos en el polo opuesto de la Ley Grammont.

Sin entrar en los pormenores de esta ley, hay que añadir que examina con sumo cuidado todas las cuestiones decisivas que hoy discuten los defensores del derecho de los animales: desde la prohibición de cebar las ocas, hasta la vivisección sin anestesia. En todo ello parece «adelantarse» en cincuenta años (e incluso más) a su época.

Asimismo la Tierschutzgesetz llama la atención en dos puntos en los que se muestra particularmente prolija y minuciosa, en los que parece indicar que el amor por los animales no implica el de los hombres: un capítulo entero está dedicado a la barbarie judía que se sigue en la matanza ritual, a partir de aquel momento prohibida. Otro dedica páginas inspiradas a las condiciones de alimentación, de descanso, de ventilación, etc., en las que a partir de entonces resulta conveniente, gracias a las ventajas de la revolución nacional en curso, organizar el transporte de animales por ferrocarril...

El odio al liberalismo: el paraíso perdido y el ocaso de Occidente

El tema de la «caída», de la «decadencia» está omnipresente en estas leyes. A la naturaleza original y auténtica se opone la barbarie destructora inherente a la economía liberal moderna. Eso es lo que de entrada subraya, con términos significativos, el preámbulo de la Reichsnaturschutzgesetz del 26 de junio de 1935, retomando así la visión romántica de una historia en tres movimientos: edad de oro, caída y restauración:

«Hoy como antaño, la naturaleza, en los bosques y en los campos, es objeto del fervor nostálgico (Sehnsucht), de la alegría y asimismo el medio de regeneración del pueblo alemán.

»Nuestra campiña nacional (heimatliche Landschaft) ha sido profundamente modificada en relación con las épocas originales, su flora ha sido alterada de múltiples maneras por la industria agrícola y forestal así como por la concentración parcelaria unilateral y el monocultivo de las coníferas. Al mismo tiempo que su hábitat natural iba reduciéndose, la fauna diversificada que vivificaba los bosques y los campos ha ido menguando.

»Esta evolución se debía con frecuencia a necesidades económicas. Hoy en día, ha surgido una conciencia clara de los daños intelectuales, pero también económicos de semejante trastocamiento de la campiña alemana.

»Antes, los emplazamientos de los "monumentos nacionales" nacidos con el cambio de siglo sólo podían dotarse de medidas de protección a medias porque no se contaba con las condiciones políticas e intelectuales (weltanchauliche Voraussetzungen) esenciales. Únicamente la metamorfosis del hombre alemán iba a poder crear las condiciones previas de una protección eficaz de la naturaleza.

»El Gobierno alemán del Reich considera su deber garantizar a nuestros compatriotas, incluso a los más pobres, su parte de belleza natural alemana. Así pues, ha promulgado la ley del Reich con el fin de proteger la naturaleza . ».

Mucho habría que decir respecto a este texto. Su lectura trasluce en primer lugar esa confusión romántica de lo cultural y lo natural que es la única que permite dar un sentido a la idea de una «belleza natural alemana», o también a la de «monumentos naturales» (Naturdenkmale) que el párrafo 3º de la ley tendrá que definir en unos términos que recuerdan el proyecto, tan importante para la ecología profunda, de instituir unos parajes silvestres en sujetos de derecho: «Los monumentos naturales, tal como los entiende esta ley, son creaciones originales de la naturaleza cuya preservación resulta de un interés público motivado por su importancia y su significación científica, histórica, patriótica, folclórica o demás -se trata por ejemplo de las rocas, de las cascadas, de los accidentes geológicos, de los árboles raros...-». Así pues, la ley prevé la creación de «zonas naturales protegidas» (artículo 4º).

Pero sobre todo comprobamos que el régimen nacionalsocialista, contrariamente a una tenaz leyenda, no sólo se orientó hacia la técnica moderna, sino, por lo menos en la misma medida, también fue hostil a lo que actualmente llamaríamos la «modernización» económica, percibido como destructora de los caracteres étnicos particulares así como de la naturaleza original. En esta perspectiva asistimos a un auténtico «elogio de la diferencia», a una rehabilitación de la diversidad en contra de la unidimensionalidad del mundo liberal. Pues la ideología que subyace en el liberalismo, así lo recuerda Schoenichen en el contexto de su defensa e ilustración de la ley de 1935, se caracteriza por «la influencia niveladora de la cultura general y de la urbanización que reprimen cada vez más la esencia propia y original de la nación, mientras que la racionalización de la economía hace que paulatinamente vaya desapareciendo la especificidad original de los paisajes»" (13). Así pues, según un tema que recuperarán tanto la revolución conservadora como el izquierdismo de los años sesenta, tanto Heidegger como Marcuse, Alain de Benoist como Félix Guattari, hay que aprender a resingularizar, a rediferenciar a los grupos y los individuos en oposición al amplio movimiento de indiferenciación (de «americanización») que representa la dinámica central del Capitalismo mundial. En su versión nacionalsocialista, este tema antiliberal se expresa mediante la idea de que tras los dos primeros movimientos de la historia, el de la edad de oro y el de la caída, sólo la producción de un hombre nuevo (die Umgestaltung des deutschen Menschen) abrirá el camino hacia el fin de la historia, es decir, hacia esa redención que permitirá enlazar con el origen perdido. Por mucho que hoy en día pueda parecer paradójico, era perfectamente lógico que las legislaciones sobre la protección de la naturaleza se prolonguen en un tercermundismo respetuoso con la pluralidad (la «riqueza y la diversidad») de las diferencias étnicas.

El tercermundismo y el elogio de la diferencia

Tan sólo la ignorancia y el prejuicio nos impiden comprenderlo: el nacionalsocialismo contiene, por unas razones que no tienen nada de contingentes, las primicias de un auténtico afán por preservar los «pueblos naturales», es decir, una vez más, «originales». El capítulo que Walther Schoenichen dedica en su libro a este tema carece de palabras suficientemente duras para estigmatizar la actitud del «hombre blanco, ese gran destructor de la creación»: sólo ha sido capaz de abrirse, en el paraíso que él mismo ha perdido, un camino hecho «¡de epidemias, de robos, de incendios, de sangre y de lágrimas!»: (14) «De hecho, la esclavitud de los pueblos primitivos en la historia "cultural" de la raza blanca constituye uno de sus capítulos más vergonzosos, no sólo surcado por ríos de sangre, sino de crueldades y de torturas de la peor especie. Más aún, sus últimas páginas no se escribieron en tiempos remotos, sino en los albores del siglo XX». Y Schoenichen hace inventario, con gran minuciosidad por cierto, la lista de los diversos genocidios que han jalonado la historia de la colonización, desde el exterminio de los indios de América del Sur hasta el de los siux, que «fueron reprimidos en condiciones inconcebibles de crueldad e infamia», pasando por el de los bushmen de Sudáfrica.

El caso de estos últimos resulta particularmente significativo de los desmanes y abusos del capitalismo liberal: fueron exterminados porque carecían del sentido de la propiedad. Como la caza había desaparecido en sus comarcas, ese pueblo de cazadores se vio abocado a «robar» las cabras de los colonos. Hay que poner entre comillas la palabra «robar», pues los bushmen lo ignoraban todo acerca de la propiedad privada. Y como los metían en la cárcel sin que llegaran a tener el menor atisbo de lo que les estaba ocurriendo, se dejaban morir de inanición: «De este modo desapareció ante nosotros un pueblo interesante, sencillamente porque una política exógena impuesta a los indígenas se negó a comprender que aquellos hombres no podían abandonar de la noche a la mañana sus vidas de cazadores para convertirse en agricultores ... ».

Esta requisitoria, redactada en 1942 por un biólogo que contempla la Naturschuzgesetz como un medio de atajar estos desmanes (¿acaso no protege la ley todas las formas de vida salvaje?), no carece de interés. Va dirigida contra un objetivo claro: el liberalismo y, mas particularmente aún, el republicanismo a la francesa. Pero también apunta a un objetivo positivo: defender los derechos de la naturaleza bajo todas sus formas, humanas y no humanas, siempre y cuando sean representativas de una originalidad (Ursprünglichkeit). En la primera vertiente, los ataques de Schoenichen están absolutamente claros. Ponen en tela de juicio la avidez del capitalismo. Pues en el contexto de otra visión del mundo, «habría sido perfectamente posible encontrar un compromiso razonable entre las pretensiones de los conquistadores y las necesidades vitales de los primitivos. En la visión del mundo liberal recae en primera instancia la culpa de haber obstaculizado una solución de esta índole. Ya que no reconoce ningún móvil al margen de la rentabilidad económica que había convertido en principio la explotación de las colonias únicamente en beneficio de la madre patria». Lo que, por supuesto, le brinda la ocasión de fustigar la teoría francesa de la asimilación, puesto que, según Schoenichen, «está sacada directamente de los principios de la Declaración de los derechos del hombre de 1789». De este modo, «la antigua teoría liberal de la explotación siempre ha constituido el trasfondo de la política colonial francesa, de forma que no había cabida posible para un tratamiento de los primitivos que fuera en la dirección de un pensamiento protector de la naturaleza».

En contra de esta visión «asimilacionista» del estado salvaje, la política nacionalsocialista preconiza un auténtico reconocimiento de las diferencias: «Para la política natural del nacionalsocialismo, el camino a seguir está muy claro. La política de represión y de exterminación tal y como América o Australia nos proporcionan en sus principios el ejemplo están tan fuera de lugar como la teoría francesa de la asimilación. Tan sólo interesa un florecimiento de los naturales que sea conforme con su origen racial propio». Así pues, en todas sus variantes, hay que dejar que los indígenas se desarrollen por sí mismos. Un único consejo al respecto, evidente según Schoenichen «desde una visión del mundo nacionalsocialista»: se prohíben los matrimonios mixtos, precisamente porque implican la desaparición de las diferencias y la uniformización del género humano. Hoy como ayer, la extrema derecha no dejará de fustigar el mestizaje bajo cualquiera de sus formas, asignando a la ecología la tarea de «la defensa de la identidad», es decir «la preservación del entorno étnico, cultural y natural» de los pueblos -empezando, por descontado, por el suyo propio-: «¿Para qué luchar por la preservación de las especies animales y aceptar, al mismo tiempo, la desaparición de las razas humanas a través de un mestizaje generalizado?» (15). Efectivamente...

Al igual que la estética del sentimiento y la ecología profunda, que también rehabilitan a los pueblos salvajes, montañeros o amerindios, la concepción nacionalsocialista de la ecología concede una gran importancia a que los Naturvólker, los «pueblos naturales», alcancen una perfecta armonía entre el medio ambiente y las costumbres. Eso aporta precisamente el indicio más seguro de su superioridad sobre el mundo liberal del desarraigo y la movilidad perpetua. Su cultura, semejante al modo de vida de los animales, no es más que la prolongación de la naturaleza, y esta reconciliación ideal es lo que la modernidad heredera de la Revolución francesa ha destruido y debe por fin tratarse de restaurar.

De la naturaleza como rasgo cultural y de la cultura como rasgo natural

Hay que restituir, pues, la unidad de la naturaleza en la vida y nación alemana, ya que cada término ha de pasar a su opuesto para hallar su verdad en él, de acuerdo con un tema romántico que se niega a separar, como a ello inducía el pensamiento de la Ilustración, lo cultural de lo natural. Los autores de la ley de caza del 3 de julio de 1934 no omiten precisarlo en su introducción: «El desarrollo bisecular del derecho alemán de la caza ha llegado a un desenlace de una importancia capital para el pueblo y el Reich alemanes. Esta ley no sólo ha permitido superar el estado de dispersión que se reflejaba hasta entonces en veinte leyes regionales diferentes y alcanzar así la unidad jurídica, sino que también se ha impuesto la tarea de conservación de la caza (des Wildes) por cuanto constituye uno de nuestros bienes culturales más valiosos, así como de la educación del pueblo pensando en el amor y la comprensión hacia la naturaleza y de sus criaturas». La naturaleza salvaje (das Wilde) se define como un «bien cultural» de Alemania, no como algo anterior a cualquier civilización. Recíprocamente, el amor por la naturaleza, rasgo cultural por antonomasia, se presenta como arraigado desde tiempos inmemoriales en la constitución biológica propia de la germanidad:

«El amor hacia la naturaleza y sus criaturas y el placer de la caza en el bosque y los campos está arraigado en lo más profundo del pueblo alemán. Así, el noble arte de la montería alemana se ha ido desarrollando en el decurso de los siglos adosado a una tradición germánica inmemorial. Hay que preservar eternamente para el pueblo alemán el arte de cazar y la caza como bienes muy valiosos para el pueblo. Hay que hacer más profundo el amor del alemán por su terruño nacional, fortalecer su fuerza vital y facilitarle el descanso al cabo de la jornada de trabajo».

Pesca, caza y tradición, en suma... Precisemos de inmediato que el propósito de la ley no sólo consiste en aportar la unidad jurídica de lo cultural y de lo natural, sino también en situarla en el marco de una auténtica reflexión ecológica. Por lo tanto, hay que limitar el derecho de caza de forma que se corresponda con las exigencias bien asumidas de una preservación del entorno natural. La ley de 1934 es sin duda la primera que redefine el papel del cazador en términos modernos, según una consideración destinada a una prolongada posteridad, pasa de mero predador a ser uno de los artífices principales de la protección del entorno, incluso de una restauración de la diversidad original, incesantemente amenazada por la uniformización moderna:

«El deber de un cazador digno de este nombre no consiste sólo en dar caza a la presa, sino también en mantenerla y cuidarla para que se produzca y se preserve una situación de la presa más sana, más fuerte y más diversificada en lo que a las especies se refiere».

La sección sexta de la ley está dedicada a la disposición de las limitaciones del derecho a cazar, limitaciones que no sólo dependen de las exigencias de la seguridad, del orden público, o incluso de la necesaria protección del paisaje, sino también del imperativo «de evitar la crueldad para con los animales». En nombre de este propósito muy valioso para el propio Hitler, determina dos tipos de caza que utilizan trampas dolorosas y quedan prohibidos. La Reichsjagdgesetz constituye así la pieza maestra del dispositivo ecologista nacionalsocialista: con ella el hombre se considera, no ya dueño y poseedor de una naturaleza humanizada y cultivada por sus desvelos, sino responsable de un estado salvaje originario dotado de derechos intrínsecos cuyas riqueza y diversidad ha de preservar eternamente.



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Notas:

1- Das deutsche Tierschutzgesetz, Berlín, Dincker y Humbolt, 1939.

2- En particular de la Bund Deutscher Heimatschutz fundada en 1904 por el biólogo Ernst Rudorff y de la Staatliche Stelle für Naturdenkmalpflege in Preussen creada en Berlín en 1906. Sobre estas asociaciones, y, más generalmente, sobre los movimientos de protección de la naturaleza bajo el régimen nacionalsocialista, hay que leer los estudios de Walther Schoenichen. Nacionalsocialista convencido, titular de la cátedra de protección de la Naturaleza en la universidad de Berlín, redactará hasta finales de la década de los cincuenta una serie de obras sobre la misión de Alemania en la materia, entre la cuales dos ensayos sobre las ventajas del régimen de Hitler: Naturschutz im dritten Reich, Berlín, 1934, y Naturschutz als völlkische und internationale Kulturaufgabe, Jena, 1942, que constituyen sin duda los mejores comentarios que quepa leer sobre la significación de la ecología nacionalsocialista en opinión de aquellos que participaron en su elaboración. Incluyen particularmente una contextualización de las legislaciones en relación con la historia intelectual del romanticismo alemán.

3- La escuela de Marburgo, pero también la fenomenología de Husserl podrían servir aquí de referencias. Con la noción de «transcendencia» o de «ek-sistencia», como propia del Dasein, Heidegger a su vez también se inscribió en esta tradición, razón por la cual, dicho sea de paso, su adhesión al Nacionalsocialismo, aunque profunda y duradera, sólo fue parcial y jamás se refirió al lado «biológico» y vitalista de la ideología. Que muchos discípulos de Heidegger traten hoy de erradicar este pensamiento de «lo propio del hombre», de la autenticidad, a través de la cual Heidegger sigue todavía perteneciendo (un poco) a la tradición del humanismo, es un signo de los tiempos que no augura nada bueno.

4- Naturschutz als völskische und internationale Kulturaufgabe, pág. 45.

5- Op. cit., pág. 46.

6- He analizado en otro lugar, en Homo Aestheticus (Grasset, París, 1990), los términos de este conflicto.

7- Jean-Philippe Rameau. Splendeur et naufrage de I'esthétique du plaisir a l'âge classique, Minerve, París, 1983.

8- Véase al respecto la hermosa introducción de Robert Legros al diario de viaje del joven Hegel por los Alpes (Éditions Jérame Millon, 1988). Recupero aquí una de sus tesis fundamentales.

9- Robert Legros ha descrito a la perfección el nacimiento de esta nueva sensibilidad, rupturista con el clasicismo francés: «Esta naturaleza es la de los orígenes. Es "original" en el sentido de que todavía no ha sido domada, organizada, disciplinada, sometida. Sólo es pureza, inocencia, eclosión, impulso, frescor, espontaneidad... Y de esta naturaleza "original", a la vez virgen y prolífica, la montaña nos ofrece la imagen. La efervescencia de las flores y el desbordamiento de los torrentes, el juego de las cascadas y las hierbas silvestres, la pureza del aire y el frescor de los bosques, ésa es la naturaleza verdadera, la que todavía no ha sido desnaturalizada... No sólo se manifiesta en el paisaje alpino, sino también en las costumbres de los montañeros. Como viven en armonía con la naturaleza original, los habitantes de los Alpes están ellos mismos impregnados de un espíritu "natural", entendámonos: no están corrompidos por la civilización, deformados por lo artificial... A través del ideal de una naturaleza originalmente pura y generosa toma cuerpo el mito de una edad de oro en el seno de las montañas», op. cit., pág. 20.

10- Alfred Báumler dedicó un capítulo a esta especificidad alemana de la estética del sentimiento por oposición al carácter francés del clasicismo en su obra Das Irrationalitätsproblem in der Logik und Aesthetik des achtzehnten Jahrhunderts, reeditado en Darmstadt por la Wissenschaftliche Buchgesellschaft.

11- Sólo la legislación belga del 22 de marzo de 1929 puede resultar comparable, pero la propia Inglaterra, por no hablar de los países del Sur de Europa, no sanciona la crueldad hacia los animales salvajes.

12- Obsérvese, no obstante, que los redactores de la ley se negaron a considerar a los animales como personas jurídicas de mismo rango que el ciudadano alemán. Pero resulta significativo que se aluda a la cuestión y se la discuta explícitamente, y que la respuesta negativa que haya que darle no se desprenda de la idea que los animales carecerían de derechos en cuanto tales.

13- Op. cit., pág. 21.

14- Idem, pág. 411.

15- Bruno Mégret, intervención en el coloquio organizado por el Front National sur I'Écologie, el 2 de noviembre de 1991

Manifiesto a favor de los Animales por Jorge Mota

Manifiesto a favor de los Animales

por Jorge Mota

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PROLOGO

Quiero exponer en esta obra algunos puntos que definan y teoricen en forma un poco extensa lo que es y representa el amor verdadero a los animales.

Debo, ante todo, decir que me considero discípulo de Ricardo Wagner quien, principalmente en los últimos años de su vida, comprendió de forma perfecta lo que representa el amor a los animales y esbozó, aunque no muy definidamente, unos principios que ahora amplío.

En su época la humanidad atravesaba problemas muy graves y había gran cantidad de gente viviendo miserablemente. Él luchó por la mejora de las condiciones sociales y por la implantación de una verdadera justicia social, pero, sin olvidar este aspecto, profundizó también en el amor a los animales. Si en su época hubiese dicho textualmente lo que ahora expongo yo en esta obra, hubiese sido tildado de excéntrico, como de hecho lo seré yo, pero estoy convencido de que dentro de cien o quizás mil años, la humanidad deberá seguir estos principios, incluso quizás más perfeccionados todavía.

Son muchas las obras, cartas, escritos, etc. de Wagner en los cuales se percibe su postura con respecto a los animales, pero fundamentalmente sus principales opiniones se contienen en sus escritos póstumos agrupados bajo el título de "Religión y Arte" y en una extensa carta abierta que fue publicada pasa combatir la extendida práctica de la vivisección. El texto de esta carta figura completa en el apéndice de esta obra, así como también incluimos por su extraordinaria belleza y profunda verdad, la obra de Mark Twain "Memorias de una perra" cuyo lenguaje poético es mil veces más elocuente que todas las páginas de este libro.

Creo importante difundir las ideas de Wagner por cuanto estoy convencido de que amando a los animales se ama también a los semejantes. No hemos de caer sin embargo en el error de convertir este amor a los animales en una especie de afeminamiento del hombre y en un pánico a la sangre. El evitar el derramamiento de sangre animal o humana debe ser para todos el mayor objetivo a alcanzar, pero no debemos olvidar tampoco que, como los Caballeros Templarios que prohibían el mal trato a los animales y predicaban el amor y la paz, sabiendo defenderse y luchar por sus principios, tampoco nosotros debemos dejarnos devorar por un animal ‑o en sentido simbólico por los hombres‑ a causa de nuestro sentimiento de amor a las especies inferiores y de nuestra sensibilidad ante el dolor ajeno.

Prediquemos el amor y la piedad, respetemos a los demás, pero no olvidemos que no nos debemos dejar avasallar y ser como nuevos cuáqueros víctimas de los que, sin pensar como nosotros, encuentran en el derramamiento de sangre placer y satisfacción. El amor y la piedad deben ir dirigidos en principio a toda la Humanidad y a todas las especies; si se nos insulta u ofende debemos ofrecer, como decía Cristo, la otra mejilla. Pero si nuestro enemigo la golpea también, tengamos presente que el Evangelio no sigue más allá. Hemos dado pruebas de buena voluntad, pero si nuestros enemigos persisten en su postura, debemos defender nuestros principios enérgicamente. Wagner cita el caso de un laboratorio de vivisección que fue asaltado por unos amantes de los animales y apaleado el guardián que los custodiaba. Esta violencia puede parecer un contrasentido con los objetivos perseguidos, pero no lo es para el que ama a los animales. Bien está pedir primero, exigir después y conseguir al fin por los medios que sea. Si el objetivo final es bueno, como en nuestro caso, no nos pueden impedir alcanzarlo ni los formalismos ni siquiera las leyes, pues si la Ley no sabe respetar y proteger a criaturas vivientes que dan color y alegría a nuestra vida, es una ley incompleta que no merece ser respetada en este punto.

El mayor peligro que puede hallarse entre los que simpaticen con las ideas que ahora expongo, es que se crean simples propagadores de teorías. En la medida de lo posible hemos de luchar por nuestras ideas para evitar convertirnos en ridículos teóricos iluminados de teorías inútiles e impracticables.

Lógico sería que el amor a los animales fuese algo espontáneo por naturaleza, amor hacia seres vivos creados por Dios para acompañarnos en este mundo. Frecuentemente un animal hace más compañía que algunas personas. Nunca piden nada a cambio de su entrega y son fieles hasta dejarse matar por sus amos. Se dan cuenta de los estados de ánimo de los que les rodean y están contentos cuando su amos lo están y tristes cuando los ven tristes. Lo único que sorprende es que todavía exista crueldad para con esos fieles hermanos inferiores o incluso que se pueda permanecer ajeno a ellos con la clásica frase de "yo no les hago nada malo a los animales", comentario que debería ser comparado a aquel que Jerome K. Jerome incluye en una de sus obras cuando un hombre al llegar al cielo dice: "No he hecho nada malo en la tierra", a lo cual le responden los ángeles:" ¿Y qué has hecho bueno?", condenándolo por su negligencia.

Sé que defiendo aquí algunos postulados de imposible realización. Considero que mi misión ahora es la de teorizar. El objetivo final es el que expongo, pero para recorrerlo hay que subir peldaño a peldaño. Ya sé que cuanto aquí digo es un sueño, pero todo lo que la humanidad ha. hecho a lo largo de su historia ha sido soñado primero por idealistas entregados a todo.

Sé también que hay mil problemas más importantes para solucionar antes que éste. Sé que miles de personas padecen hambre, pero sé también que no puede olvidarse un aspecto de la vida por defender otro. Existen cartas de derechos humanos en las Naciones Unidas, asociaciones internacionales para el socorro de los pobres, cien distintas Iglesias ocupadas en proteger contra la miseria al hombre, pero ni la ONU ni las Iglesias se preocupan de los hermanos inferiores. Ni tan siquiera los Franciscanos, que deberían ser herederos de aquella alma sensible que sabía hablar con los pájaros, se dedican a la protección de los desamparados y fieles animales, por eso yo quiero ocuparme de ello. Por otra lado, fútbol, toros, grandes espectáculos, ostentación... se hallan en vigencia y son apoyados por casi toda la Humanidad pese a que sigue habiendo gente que padece hambre.

El amor a los animales es el más idealista de los sentimientos y en nuestro mundo materialista la propagación de un principio idealista, aunque sea por el momento de imposible realización debido a otros problemas más urgentes, es siempre necesario y beneficioso.

EL DESEQUILIBRIO ECOLOGICO NATURAL

En otros capítulos de este trabajo incluiremos al final la serie de, tópicos más característicos con los cuales los enemigos de las ideas que aquí expongo intentan dar al traste con nuestros razonamientos. Ahora, al tratar del equilibrio ecológico y de las leyes inflexibles de la naturaleza, debe empezarse por los tópicos, pues mientras en otros aspectos estos son esgrimidos por los que nada sienten por los animales, en el presente caso son también los amantes de ellos los que los utilizan

Me parece inconcebible que personas que se conmueven por el dolor de cualquier animal, presencien inmutables las escenas filmadas o fotografiadas y cada vez difundidas con mayor profusión que nos presentan a un animal devorando a otro. Me parece insólito que estas personas se preocupen de un pájaro que ha caído de su nido y lo recojan a fin de que no se lo coma algún gato y sin embargo encuentran lógico y natural que infinidad de animales mueran día a día, sin que nadie se preocupe de su profundo drama en este mundo.

El decir que la naturaleza impone su ley inflexible, según la cual unos animales se alimentan a base de otros, y que esto constituye una cadena indestructible es un absurdo sin precedentes. No hay ninguna ley que diga que un animal tenga como destino el servir de alimento a otro. También es falso por otro lado que los animales se alimenten unos de otros. Los animales carnívoros se alimentan normalmente de los que no lo son y, aún en el caso de ser carnívoros ambos, jamás se hallan en igualdad de condiciones.

No puede hablarse en la naturaleza de la ley del más fuerte, sino de la del más sanguinario. Los elefantes son los más fuertes de todos los animales y no matan para comer. La ley del más fuerte puede aplicarse entre los iguales, pero nunca entre especies distintas, con constituciones diferentes. No puedo aceptar como justo y comprensible que el destino del gamo en este mundo sea el de correr para evitar ser devorado por un animal sanguinario. Muy distinto sería si los leones o los tigres se comieran entre sí o tuviesen como alimento a miembros de otras especies tan fuertes como ellos. Si en el diario quehacer para alcanzar la comida dos especies de animales distintas, pero de similares características, luchasen encarnizadamente venciendo unas veces unos y otras otros, podría admitirse el principio de la ley del más fuerte, pero en este caso no se puede hablar de ello. Los animales sanguinarios buscan para su alimentación a aquellos que no pueden oponerles resistencia, que simplemente pueden huir, correr, para salvar su vida y la de sus hijos, y creo que esto es una injusticia de la naturaleza que el hombre puede y debe corregir siempre que en su mano esté.

No venirnos a este mundo a sufrir, sino a luchar. Justamente en esa lucha constante encontramos el sufrimiento, pero precisamente luchamos para no sufrir. El sufrimiento no es el objetivo de nuestro mundo y por ello el más humilde de los santos, el que más pobremente vivió y que no temía al sufrimiento, San Francisco de Asís, retiró los cilicios con los cuales algunos religiosos se automartirizaban. No, sufrimos, pero esa no es la finalidad del mundo. Dios ha puesto en el mundo fuerzas del bien y del mal en constante enfrentamiento, y nosotros podemos con nuestros conocimientos y superior inteligencia convertir la tierra en un paraíso o en un infierno. Venimos al mundo a luchar por nosotros, por nuestras familias, por nuestra raza, y lo verdaderamente meritorio es que en esa lucha por lo que es nuestro, no nos aprovechemos de los demás o seamos injustos con ellos llevados por el egoísmo. Es justamente ahí donde se relacionan nuestros intereses con los de los demás, donde empiezan los verdaderos problemas morales que distinguen el hombre noble del taimado. La misión del hombre no es la de aceptar el mundo en su estado primitivo y dedicarse a ser un animal más. Tenemos en la tierra fuerzas del bien y del mal y debemos luchar contra las segundas, debemos utilizar nuestro libre albedrío para hacer este mundo siempre mejor hasta que llegue un día en que al ser un paraíso ya no sea necesaria su existencia. El hombre, ser supremo de la creación, tiene la sagrada obligación de perfeccionar la naturaleza y proteger a todos los seres vivientes que en ella habitan. Este sagrado deber corresponde exclusivamente al hombre y debe ser consciente de él.

Cuando vemos que los hombres perforan montañas, desecan lagunas, cogen territorios al mar, fertilizan desiertos, allanan montañas, encauzan ríos, construyen lagos, etc., imponiendo su voluntad inflexible a la naturaleza, nos parece inaudito que se nos tilde de exagerados si decimos que también en las especies animales debe intervenir el hombre como ser superior al hacer la naturaleza mejor en su conjunto.

Los volcanes son bellos, y también es hermosa la vista de un huracán sobre un paisaje tropical, pero el hombre busca día a día, muy juiciosamente, la forma de librarse de estos peligros de la naturaleza ya que su belleza no compensa el daño que producen. Se libra también el hombre de infinidad de animales dañinos y sin embargo se considera injusto que libre a otras especies de animales todavía más dañinos. El hombre interviene a cada momento en la naturaleza y en sus leyes, pero sin embargo se quiere que no actúe así cuando los intereses no le afectan directamente a él. Algún día, quizás, el hombre conseguirá acabar con los huracanes, ciclones y tifones y nadie lo lamentará, aunque sean fenómenos de la naturaleza. Pero si acabase con los tigres, todo el mundo pondría su grito en el cielo. ¿Y las vidas de animales inocentes que significaría salvar con ello? No creo que el haber exterminado las ratas de las ciudades sea de lamentar y tampoco creo que sea de lamentar la desaparición de determinadas especies de animales.

Yo simplemente querría saber si un tigre ante la falta de alimentación cárnea, sería capaz de alimentarse con productos de la tierra o, de no ser ello posible, si enfrentado con los de su especie, se alimentaría con ellos. Esto podría intentarse o cuanto menos sería preciso limitar el número de animales sanguinarios hasta el mínimo posible.

Algunos se horrorizarán de estas palabras, hablarán del desequilibrio ecológico, pero creo que ese desequilibrio es en muchos aspectos una falsedad. El hombre, durante cientos de años, ha pescado cientos de miles de millones de peces sin que los mares se vacíen de sus especies o sólo se vean afectadas unas pocas. La naturaleza sabe adaptarse a las nuevas situaciones y el que en Africa aumentase el número de gamos y gacelas no lo veo como nada lamentable.

Quizás se nos diga que los animales como gamos y gacelas perderían su velocidad al no ser atacados por los leones, pero no creo que ello sea especialmente lamentable, y por otra parte no creo que fuese apreciable. Las gacelas no son animales rápidos por el hecho de ser perseguidos, sino por su constitución física. Si aceptásemos que la naturaleza las dota de velocidad para escapar del león, correrían muchísimo más y no sería posible para ningún león alcanzarlas. Las gacelas, gamos, etc. ‑póngase lo que interese‑ seguirán siendo como son, con o sin animales que se las coman o, en todo caso, las pocas características que pudiesen perderse compensan el hecho de que no sirvan exclusivamente para alimento de los sanguinarios.

Naturalmente, los argumentos de los opositores a lo que he expuesto continuarían, diciendo que entonces habría demasiadas gacelas y se acabaría el alimento para ellas hasta fallecer por inanición. Yo, particularmente no lo creo, pues si bien hay casos en los que puede ofrecerse un ejemplo real al respecto, hay otros en los cuales la naturaleza ha limitado la natalidad para buscar el equilibrio, pero aún admitiendo esta posibilidad de falta de alimentos, no se modificaría sustancialmente nada de lo dicho. El hombre tiene en sus manos infinidad de recursos para compensar esos para mí muy poco probables desequilibrios. Puede esterilizar a algunos centenares de animales, procurar que los alimentos para cada uno de ellos puedan aumentar, logrando las condiciones idóneas por medio de abonos o replantación, o puede incluso llegar a matar, pero siempre en forma más humana que un tigre u otro animal sanguinario.

También debe ser considerada una solemne estupidez la afirmación de que en esta lucha por la vida mueren los animales más débiles fortaleciéndose y mejorándose constantemente la especie. En primer lugar, a los que tal dicen les tiene sin cuidado el mejoramiento de su propia especie humana, pero además no puede ser admitida esta afirmación como válida, ni mucho menos. Un animal que se lastima una pata, o que padece una indigestión debido a la última comida realizada, o que se halla agotado después de algunos juegos o peleas con los de su especie o después de su última carrera por salvar la vida, o el que ha rebasado ya la edad considerada como juventud, o incluso un animal que corre algo menos que los demás por la simple razón de que siempre ha de haber un último, no significa que sea un animal inferior cuya eliminación supone un bien para la naturaleza. Para no hablar de las crías o animales muy jóvenes que constituyen bocado de primera calidad y de los cuales no se puede saber ‑hasta que sean mayores‑ si serán o no los más veloces. ¡Sorprende que el famoso equilibrio ecológico o los no menos famosos depredadores no tengan en cuenta estos detalles a la hora de escoger sus víctimas!

Los verdaderos animales nacidos enfermos o muy débiles fallecerían igual en un bosque o en una selva, sin necesidad de servir de alimento a nadie. Simplemente fallecerían ante la imposibilidad de procurarse su propio sustento. Si imaginarnos a nuestra humanidad enfrentada a otra de proporciones mucho mayores y con una fortaleza muy superior, cuya alimentación básica fuésemos nosotros, veremos fácilmente la falsedad de lo afirmado con respecto a las gacelas. Si en esta humanidad en que vivimos, los que corriesen menos hubiesen sido devorados, tendríamos como máximos exponentes de nuestra cultura a los jugadores de fútbol y otros deportistas y casi no quedaría ni habría existido un solo artista o personalidad genial.

Y que no se diga que todo esto es demagógico, pues los que queremos y conocemos a los animales sabemos que los caracteres son distintos y que unos son más simpáticos, otros más alegres y otros más inteligentes y si bien no podemos pretender que nazcan artistas entre las gacelas, sí podemos asegurar que ser la más rápida no significa ser la más buena o inteligente y que también entre los animales existen otras características además de las puramente físicas.

Si continuamos imaginando esa especie superior a nosotros a la que servimos de alimento, no podemos por menos que entristecernos del espectáculo que ofrecen tigres y leones y mil otras especies. A mí, y creo sinceramente que a todo el mundo le ocurrirá lo mismo, me indignaría muchísimo servir de alimento a unos seres superiores y tener como único recurso la huída. La situación no es sólo peligrosa sino humillante.

A mí me agradan los tigres y leones, a diferencia de otras especies, como serpientes, arañas, etc., cuya desaparición de la tierra ‑al margen de los posibles beneficios de su existencia que ignoro y no me importan demasiado‑ me dejaría indiferente. Los leones y tigres y otros animales sanguinarios me agradan, pero no lo suficiente como para garantizarles la existencia a costa de otros animales que nada pueden hacer para oponérseles. Las prostitutas acostumbran a ser mujeres bellas, pero no por ello deben tolerarse. Si leones, tigres y demás especies no están dispuestas a alimentarse sin recurrir a otros animales indefensos o por lo menos a buscar su alimentación cárnea entre especies tanto o más fuertes que ellos, entonces su desaparición no me preocuparía demasiado. Yo admiro y amo a la naturaleza en forma profunda, pero no soy de los que se preocupan en mantener vivas en el mundo 36.418 distintas especies por el hecho de que existen. Me agradan los árboles y las flores, pero si alguno de éstos o alguna de aquéllas fuesen perjudiciales para animales o personas, su desaparición no me causaría ningún dolor.

El lograr una humanidad y una naturaleza perfecta, de la cual desaparezca el afán de sangre y asesinatos, será difícil, pero yo aquí no pretendo hallar una solución al problema sino simplemente exponerlo. El camino a recorrer puede ser difícil, ¡imposible! ‑en la superficie de la tierra cabría intentar algo pero en las profundidades del mar la imposibilidad es manifiesta‑, pero no podemos negarnos a reconocer una serie de injusticias en la naturaleza que deben ser corregidas si ello es posible.

Naturalmente, hoy por hoy sigue siendo el hombre el animal que para su alimentación comete un mayor número de muertes sanguinarias entre animales incapaces de defenderse y que ni siquiera tienen la posibilidad de huir o de salvarse, aunque sea en parte. Nacen con el destino fijado de su muerte y por ello es casi absurdo pretender librar a las gacelas de sus sanguinarios enemigos mientras las ovejas no se puedan ver libres de los hombres. Pero el problema esta ahí, existe y no podemos soslayarlo con la demagógica afirmación de que es ley de vida o inexorable principio de la naturaleza.

Todo esto parecerá a muchos una sarta de estupideces inconcebibles. Quiero dejar claro que no estoy pretendiendo que la Humanidad se preocupe de este problema abandonando otros. Lo que sí considero indispensable es que en aquellos casos en que sea factible, se tenga en cuenta el problema. No quiero, tampoco, limitarlo todo a gamos, ciervos y gacelas ‑los animales que más me gustan‑ y leones y tigres. Sé que hay infinidad de otros animales cuyos problemas son distintos. Lo que debe hacerse es estudiar cada caso y procurar encontrar una solución. Posiblemente algunos animales repugnantes o sanguinarios sean beneficiosos para el mundo por su labor destructora de insectos o algo similar. En ese caso no deben eliminarse ni tender a su progresiva desaparición, pero en muchos casos nadie notaría su desaparición y en otros, lo que esos animales hagan en beneficio de la naturaleza puede ser inferior a su perjuicio, traducido en sufrimientos de otros animales, en cuyo caso el hombre debería procurar, con sus siempre inagotables recursos, sustituir a ese animal y compensar su función en beneficio de la naturaleza por otros medios.

También hemos de aceptar que dentro de los animales hay unas escalas perfectamente claras que no permiten considerarlos a todos por igual. Vale aquí lo que menciono luego en el capítulo del vegetarianismo en el sentido de que deben haber animales que merezcan más nuestro aprecio, por ser más bellos, más inteligentes o simplemente más simpáticos y para encontrar una solución al problema que aquí tratamos debe empezarse por los inferiores para respetar a los que se hallan en la cima de la escala de valores.

Sé que este capítulo será el más difícil de la presente obra, y lo sé porque también a mí me ha sido el más difícil de descubrir y aceptar como lo expongo. Los argumentos que pueden aducir mis opositores son infinitos, pero también pueden ser infinitas mis razones. Quiero pues limitar este problema o sintetizarlo en muy pocas palabras. Yo preguntaría a los que me lean si ellos, de poderse hallar ante la posibilidad de una nueva creación del mundo, no lo preferirían sin animales sanguinarios y pedirían a Dios que no crease tales animales. El que hubiese preferido un mundo sin animales sanguinarios, tarde o temprano comprenderá, aceptará y defenderá las ideas aquí contenidas.

Dios ha creado un mundo a la vez bello y horrible, encontrarnos en él animales sanguinarios, enfermedades, catástrofes de la naturaleza, corrupción física y moral. El hombre debe luchar contra todo esto, por todos los medios y no puede ignorar ‑aunque de momento sea simple teoría‑ el grave problema aquí planteado.. No es admisible que ese mismo hombre que ha exterminado a cientos de tigres que hacían peligrar aldeas o ciudades, no quiera combatirlos cuando la víctima es un ser sin ninguna posibilidad de hacer frente a dicho animal. Los tigres no son ciertamente culpables de su naturaleza. Su alimentación es la carne y para ellos es buena la del hombre o la de la gacela. Los hombres combaten al tigre cuando les perjudica directamente a ellos, pero pensemos que la misión del hombre ha de ir más allá, protegiendo a todos los seres vivos de la tierra sin ningún interés egoísta.

Si preguntamos a cualquier persona cuál sería su comportamiento si viese, teniendo un fusil, a un tigre a punto de saltar sobre un hombre, la mayoría nos responderán que dispararían sobre el tigre. ¿Por qué? Según la tan cacareada ley de la naturaleza es lógico que el tigre se alimente a base de hombres. Nadie ha dicho ‑o por lo menos la naturaleza no lo ha dicho‑ que la carne preferida del tigre tenga que ser la de un animal. Antes al contrario, dado que el hombre corre menos que un gamo, un mono o una gacela, lo lógico es que el tigre ‑o cualquier otro animal similar‑ coma hombres. Y sin embargo a nadie se le ocurrirá, ni por un momento, permitir que el tigre se alimente con la carne de aquel hombre que distraído o desarmado es fácil presa de un tigre. Claro que se me responderá que se trata de un hombre, pero sin embargo, y los amantes de los animales tienen que comprenderme, aunque reconozcamos sin lugar a dudas que un ser humano es antes que un animal ‑pese a que algunos seres humanos podrían situarse después sin problema alguno‑, una vez no tenemos planteado el problema con el ser humano, es lógico que también disparásemos si viésemos a un animal próximo a morir entre los dientes de un animal sanguinario. Un animal no es ciertamente un ser humano, pero posee cierta humanidad y nos merece el suficiente aprecio como para salvarle la vida si está en nuestras manos hacerlo. Por lo menos ésta es la forma de pensar y actuar de toda persona que, como yo consideramos al hombre superior al animal pero entre éste y aquél no vemos una enorme distancia sino en ocasiones cuestiones de matiz. Pues la nobleza, sinceridad, fidelidad, orgullo... de los animales son en ocasiones superiores a los de los hombres.

Puedo asegurar además que todos los amantes de los animales reaccionarían disparando, aunque en teoría pretendan otra cosa. Si en la práctica mantuviesen su actitud pasiva, sería claro signo de que no aman a los animales. No creo que nadie pueda asistir impasible al espectáculo triste y sanguinario de una cría de gacela despedazada entre los dientes de un "depredador". Y en la práctica nadie se resiste. Veamos pues sino por ejemplo las reiteradas muestras que nos dan personas como Cousteau en las series de películas que se han ofrecido de sus expediciones en las cuales, y pese a ser científicos experimentados acostumbrados a estos dramas de la naturaleza, no se resisten, por ejemplo, a contemplar impasibles la muerte de todas las tortugas que nacen de día y que son presa fácil de aves que esperan su banque­te impasibles sin dar una posibilidad de sobrevivir a la víctima, salvando a unas pocas lo cual no modificará esta injusticia de la naturaleza, pero descar­gará la conciencia de los que contemplan este profundo drama de la vida. Igualmente al salvar a una ballena ya medio muerta por los picotazos de aves distintas actúan contra la naturaleza, pero actúan como hombres, dotados de una sensibilidad mayor a la de los animales y de la virtud por excelencia: la piedad.

El instinto del hombre es salvar al inocente que está indefenso en manos de un enemigo superior contra el que nada puede hacer. Sea hombre o animal el hombre blanco no puede aceptar el espectáculo triste de tantas muertes sin intentar remediarlo si está en su mano. El que se nos diga que nosotros no lograríamos nunca nuestro objetivo y que una reorganización del mundo sin desequilibrios seria imposible, no modifica el hecho. Repito que esto es absolutamente secundario. Si no podemos solucionarlo cuanto menos debemos intentarlo, sino en términos absolutos, en el ámbito de nuestra influencia, a nivel individual, de pueblo, ciudad, nación o continente. Lo que resulta absolutamente inaceptable es que constatando que nada podemos hacer nos crucemos de hombros y contemplemos impasibles dramas de la naturaleza filmados por presuntos amantes de los animales‑Walt Disney el que más ha hecho por los animales, jamás ofreció muertes entre ellos en sus películas‑ que, buscando lo sensacionalista y escabroso lo ofrecen a millones de espectadores en todo el mundo. Esta forma de comportarse sólo podría aceptarse a los que, percatándose de que nada pueden hacer para evitar la muerte de sus semejantes, contemplen impasibles igualmente el fallecimiento de personas queridas, para todos los que se conmueven con la muerte de sus seres queridos, es lógicamente obligado que se conmuevan también por las muertes de animales, si es que, como dicen, son para ellos auténticamente seres queridos y no despiertan simplemente un interés meramente zoológico.

Puede ser considerado inmoral exterminar a los tigres (leones, pumas, serpientes, hienas, etc.) ‑aunque sea por medios más humanos que los de la jungla o mediante la esterilización‑ Ciertamente acabar con los tigres no es acción laudable y digna de alabanza. Ellos no son responsables de haber nacido así, pero debemos elegir entre uno u otros y la elección es fácil. Schopenhauer nos da los dos argumentos más importantes: "Este mundo es campo de matanza; donde todo animal de rapiña es tumba viva de OTROS MIL, y no sostiene su vida sino a expensas de una larga serie de martirios". Evitar el nacimiento de un tigre significa salvar la vida de un centenar de otros animales.

También a la hora de tomar la decisión oigamos otras palabras de Schopenhauer: "Si queréis en un abrir y cerrar de ojos saber si el placer puede más que la pena, o solamente si son iguales, comparad la impresión del animal que devora a otro con la impresión del que es devorado". Sin duda tampoco puede haber duda en la elección.

Por desgracia, el hombre no es Dios, no puede en muchas ocasiones sino hacer lo menos malo ante la imposibilidad de hacer lo más bueno y ya que no podemos conseguir un mundo de felicidad infinita donde los tigres y los gamos convivan pacíficamente y los hombres y las ovejas también, hemos de seguir un camino lento, muy lento, que conduce si no a la perfección en sí, cuanto menos al mejor mundo de los posibles. Procurando que cada vez más este mundo se aparte de aquel objetivo para el que fue creado: Un purgatorio para la redención de un pecado.

Aquel que ama a los animales ‑sólo a esta persona va dedicado este trabajo‑ no puede permanecer impasible ante este problema. No puede irse a dormir tranquilamente olvidándose de la impresión de terror del animal que nota en su cuerpo las heridas mortales que le quitan la vida, para servir de alimento a un ser que ha sido concebido por la naturaleza más fuerte que él. El hombre tiene también una misión en este terreno y pido a todos los que me lean que reflexionen muy detenidamente sobre este punto y sólo entonces podrán dar una opinión válida, opinión que, quizás, será contraria a la mía. Posiblemente esté yo en un error, pero cuanto menos yo habré cumplido con lo que considero un deber. Seguiré pensando en este problema, y al igual que contemplo un mundo podrido de odios y rencores, de egoísmo y aflicción y me desespero ante la imposibilidad de hacer algo positivo para convertirlo en algo mejor, así también, muy frecuentemente, aparecerán ante mí las imágenes de esos simpáticos animales, armónicos, estéticos, bellos y simpáticos, que llenan de vida y alegría los bosques o las praderas y que retozan con sus pequeñuelos, mientras son observados con ojo calculador por un animal sanguinario y que día a día deben pagar con su vida el tributo de haber nacido pacíficos y de no haberles sido concedido el deseo de sed de sangre. Ese sufrimiento, esa muerte horrible a manos de otros animales, estará presente en mi mente, turbará mi sueño y pido a Dios que el tiempo no me haga insensible a estos sufrimientos aunque, como en los demás grandes problemas del mundo, nada pueda hacer yo para evitarlos.

Tengo sin embargo el convencimiento, absoluto además de que la regeneración de la Humanidad que deseaba Wagner llegará algún día.

Antes tendrán que romperse moldes, costumbres e intereses, pero el día de la luz llegará y el sol brillará alegre para todos para todos los hombres y también para los pacíficos habitantes de la naturaleza que compartirán, con el injustamente llamado "rey de la creación”, una vida nueva, pura y alegre en plena convivencia y comunicación.



DEPORTES SANGUINARIOS

Uno de los aspectos que más contribuyen a la deseducación de los humanos y al incremento de sus instintos sanguinarios, haciendo que sienta por la sangre una irresistible atracción, es sin duda el de los deportes sanguinarios que constituyen una práctica muy común en nuestro mundo, incluso en aquellos países que gozan de leyes especiales para la protección de los animales.

Los principales deportes sanguinarios son: caza, pesca, tiro de pichón y corridas de toros.

LA CAZA

La caza se halla extendida en todos los países llamados civilizados. En algunos, como Inglaterra, constituye todo un ceremonial y se convierte en una actividad de carácter nacional en lo que a las clases elevadas se refiere, es decir, entre aquellas clases en las que su comportamiento no puede excusarse en virtud de haber tenido una educación deficiente o de haberse movido constantemente en malos ambientes.

La característica más acusada de la caza es la desproporción de fuerzas entre los cazadores y la víctima. En líneas generales, los animales que se acostumbran a cazar: conejos, zorros, codornices, ciervos, etc., no constituyen un peligro para el cazador.

Como en el caso de los animales sanguinarios, citado en el capítulo precedente, la víctima en el mejor de los casos sólo puede aspirar a huir, pero jamás a acabar con su perseguidor. Por si fuera poco, en muchas ocasiones ya no se trata de un hombre contra una bestia, sino de varios hombres contra ella. El hombre, con su inteligencia superior, podría vencer ‑y más con la ayuda de las armas modernas-a animales muy superiores a él, pero se dedica preferentemente a aquéllos que no tienen ninguna posibilidad de oponérsele. Incluso en algunos casos en los que su integridad podría correr un cierto y relativo peligro, por ejemplo en la caza del jabalí, el moderno cazador se escuda en un grupo de personas, en la colaboración de los perros ‑que son las únicas víctimas, heridos o muertos por el animal‑ o, en el mejor de los casos, tiene la certeza de que si el animal llega a atacarle no persistirá en sus ataques hasta matarlo. El jabalí que atacado se defiende, desea librarse de su enemigo, pero no tiene la preconcebida intención ‑que sí posee el cazador‑, de perseguirle y atacarle hasta causarle la muerte. La situación del cazador siempre es netamente más favorable que la del animal.

En un certamen dentro de una exposición celebrada en Barcelona, asistí a la proyección de una película sobre algunos lugares pintorescos de España. En esta película aparecían secuencias de algunos cazadores y en una de ellas, que preferiría no haber visto, se captaba la imagen de un conejo corriendo al que un cazador disparaba. Tocado el animal, quedaba en virtud del disparo paralizado en sus patas traseras y apoyado en las de delante, y arrastrando su cuerpo emprendía una carrera frenética en su afán por sobrevivir. En el mejor de los casos escaparía del cazador para tener una muerte cruel en algún lugar escondido simplemente para satisfacer los instintos sanguinarios de unos hombres que son los genuinos destructores de la naturaleza. El animal, en lugar de sentirse protegido por el hombre y acudir a él en momento de peligro huye frenéticamente cuando el aire le trae su olor. La verdaderamente genial película "Bambi" de Walt Disney, el gran productor cinematográfico que bien merecería el Premio Nobel de la Paz en lugar de Lutero, King, Kissinger o Willy Brandt, representaba magníficamente la imagen denigrante de la caza, cuando los ciervos huyen asustados ante la presencia del asesino de la naturaleza. El hombre es en esa película ‑en sí un canto a la naturaleza y a los animales‑ el único personaje maligno. Cuando los animales al ser perseguidos por una bestia sanguinaria, se refugien entre los hombre; el hombre habrá dejado de ser el purgatorio que actualmente representa.

Quien es capaz de contemplar una escena como la descrita anteriormente sin sentir una profunda lástima por el pobre animal es un ser indigno de llamarse humano.

Los cazadores disponen además de muchos métodos de caza, fusiles con telémetro, cotos reservados, estudios meticulosos sobre las costumbres de los animales, épocas de celo en las cuales es fácil cobrar buenas piezas, etc. Es decir el animal tiene como única posibilidad en el mejor de los casos la huída.

Otro gran inconveniente de la caza es que asusta a los animales del bosque que temen al hombre y se ocultan en cuanto aparece. La actividad del cazador hace desaparecer las especies de los bosques y, otro aspecto menos grave pero siempre molesto, llena la naturaleza de sonoras explosiones que turban la paz de los que vamos a la montaña a convivir con la naturaleza y no a asesinarla.

Nada puede compararse al sueño dorado de todo amante de la naturaleza que consiste en poder efectuar paseos por los bosques mientras somos observados por sus diversos habitantes, los cuales acabarán por acercarse para ver si pueden obtener de sus amigos los humanos alguna caricia o algún alimento. Si los cazadores no pueden apreciar esa belleza de la naturaleza es porque en lugar de corazón tienen el estómago y en lugar de alma una culebra. La falta de sensibilidad del cazador le constituye en representante de la idiotez humana y del materialismo.

Quizás el lenguaje utilizado para definir un cazador no sea excesivamente ético, pero quiero por lo menos expresar algunas de las opiniones que nos darían conejos y venados, si cobrasen el don del habla por unos momentos y pudiesen opinar sobre ese ser tan poco humano que es el cazador.

En principio, no puedo aceptar la caza como deporte ni actividad. Puede excusarse al que caza por necesidad, y aún en ese caso cabría estudiar el concepto "necesidad" y una vez aceptado discutir si la "necesidad" nos autoriza a matar. Pero desde luego no puede ser aceptada la práctica de la caza entre los que la practican por "placer", rara expresión para definir lo que nos impulsa a matar y que dice muy poco en favor del que la utiliza, pues el que se complace con el dolor y el sufrimiento de seres vivos, aunque sean animales, es muy probable que también en otras facetas de su vida muestre su insensibilidad hacia el sufrimiento ajeno, aunque sea de personas, de seres humanos, de los que puede, en buena lógica, haber recibido ofensas más frecuentes y enérgicas, que de los conejos y codornices que asesina por el simple hecho de que para él asesinar es, según sus propias palabras, "un placer".

Hay otras prácticas mucho más saludables y también más viriles que la caza, pero cuanto menos lo que deberíamos pedir al cazador es una “igualdad de oportunidades" con relación a la víctima. Cazar con arco y flecha, coger una liebre con las manos desnudas, o luchar contra un oso o un jabalí con un cuchillo o una lanza, merecería cuanto menos algo de respeto y podríamos hablar de un cierto equilibrio en la lucha y aunque el animal preferiría que le dejasen en paz, cuanto menos existiría la "legítima defensa", en esos casos los cazadores serían crueles, pero no cobardes. Pero la posibilidad de disparar con perdigones que en su dispersión cubren un área muy grande de espacio, siendo imposible errar el tiro a corta distancia o con armas de precisión, colocan al animal en el papel de víctima incapaz de eludir su fatal destino y condenada a huir siempre del que debería ser su protector y amigo: el hombre.

Después de las corridas de toros, es posiblemente la caza el deporte que ha despertado más polémica. Los que más han comprendido el drama que representa este deporte han sido los artistas, almas sensibles y que no pueden permanecer ajenas al sufrimiento ajeno. Incluyo pues seguidamente algunas bellas poesías que se han dedicado a combatir este salvaje deporte.

Citaré en primer lugar a mi maestro, Richard Wagner, quien en su primera y en su última obra, nos habla del tema. En la primera, en "Las Hadas", el protagonista Arindal se percata al ir a matar a una cierva que sus ojos es­tán llenos de lágrimas, lo cual le hace desistir del disparo. Pero es en "Parsi­fal", obra cumbre de la música universal, donde nos expone el problema en toda su encantadora sencillez. Parsifal es el joven salvaje, criado en el bosque que nada sabe de moral, religión, ética... todo lo que él sabe es propio de sí mismo. No posee convencionalismos, sino que actúa espontáneamente. Admi­rado de los caballeros con brillantes armaduras y espadas doradas, sueña con ser uno de aquellos héroes. Vaga por el bosque y mata a los animales sin comprender el daño que causa. Cerca del templo de Monsalvat, donde los Caba­lleros del Santo Graal custodian el cáliz con el cual Cristo celebró la Ultima Cena, se hallan algunos de estos reunidos cuando de pronto un cisne cae abatido por una flecha:

GURNEMANZ

¿Qué ocurre?

EL CUARTO ESCUDERO

¡Allí!

EL TERCER ESCUDERO

¡Allí!

EL SEGUNDO ESCUDERO

¡Allí!

EL CUARTO ESCUDERO

¡Se ve un cisne!

EL TERCER ESCUDERO

¡Vuela herido!

TODOS LOS CABALLEROS Y ESCUDEROS

¡Maldito! ¡Maldito!

GURNEMANZ

¿Quién ha herido al cisne?

(El cisne, después de un penosísimo vuelo, cae al suelo, exánime. El segundo caballero le arranca la flecha que tiene clavada en el pecho)

LOS CABALLEROS Y ESCUDEROS

¡Ese fue! ¡Ese fue!

(enseñando el arco)

El arco lo prueba.

(mostrando las flechas)

Las flechas son iguales.

GURNEMANZ

(a Parsifal)

¿Has sido tu el que ha matado al cisne?

PARSIFAL

Ciertamente. Todo cuanto vuela yo cazo.

GURNEMANZ

¿Tu has hecho esto? ¿No te apena tu acción?

LOS CABALLEROS Y ESCUDEROS

Dale un buen castigo.

GURNEMANZ

Oh maldad grande.

¿Cómo pudiste dentro de la sagrada selva matar donde todo lo que te rodea es paz?

¿No son los animales mansos junto a ti?
¿No te saludan tiernamente?
¿No te habla desde las ramas el pájaro?
¿Qué te hizo el cisne?

Volaba buscando a su hembra, para ir los dos sobre el lago.

Fue nuestro amigo ¿qué es ahora para ti?

¿O no lo ves? Lo has herido, aquí helada está la sangre, tiene flojas las alas, sus blancas plumas están manchadas de rojo, sus ojos se cierran, ¿no ves su mirada?

(Parsifal ha escuchado a Gurnemanz con una emoción creciente, hasta que al llegar a este punto, rompe su arco y lanza lejos sus flechas)

Joven, ¿confiesas que tu culpa es grave?

¿Cómo has podido atreverte?

PARSIFAL

No sabía nada.

(Los escuderos recogen el cisne muerto, lo levantan solemnemente sobre una camilla hecha con ramas verdes y lo llevan hacia el lago).

Estos bellos versos en el primer acto del Parsifal, son un buen preludio del carácter de esta obra sublime, de esa "elevada canción de amor, canción de elevado amor" como la definiera Dietrich Eckart.

Otro magnífico verso, en este caso debido a un poeta español, lo tenernos en el titulado "Canción" de Antonio Mira de Mescua, poeta del siglo XVII y que dice:

Ufano, alegre, altivo, enamorado, rompiendo el aire el pardo jilguerillo,
se sentó en los pimpollos de una haya, y con su pico de marfil nevado
de su pechuelo blanco y amarillo la pluma concertó pajiza y baya;
y celoso se ensaya a discantar en alto contrapunto
sus celos y amor junto, y al ramillo, y al prado y a las flores libre y ufano cuenta sus amores.

Mas, ¡ay!, que en este estado
el cazador cruel de astucia armado, escondido le acecha

y al tierno corazón aguda flecha tira con mano esquiva
y envuelto en sangre en tierra lo derriba
¡Ay, vida mal lograda!
¡Retrato de mi suerte desdichada!

Otro poeta español, ya más conocido, dedica también bellos versos a combatir la caza. Francisco de Quevedo, alma sensible, escribe el siguiente soneto:

Primero va seguida de los perros
vana tu edad, que de sus pies la fiera
deja que el corzo habite la ribera,
y los arroyos, la espadaña y berros.

Quieres en ti mostrar que los destierros
no son castigo ya de ley severa;
el ciervo, empero, sin tu envidia muera,
muera de viejo el oso por los cerros.

¿Qué afrenta has recibido del venado,
que le sigues con ansia de ofendido?
Perdona al monte el pueblo que ha criado.
El pelo de Acte6n, endurecido,
en su frente te advierte tu pecado;
oye, porque no brames, su bramido.

Otro poeta, en este caso alemán, que se ocupa del tema es Herzog Ulrich von Württemberg poeta del siglo XVI. Sus versos son los siguientes:

Sonó el cuerno plañidero:
cesó en mi toda alegría;
se cazaba por el bosque
la cierva ante el perro huía.

Jamás animal tan noble
por el monte encontraría;
iba saltando los riscos;
sin duda andaba perdida.

Huye cierva, por las breñas.
No he de aumentar tu agonía
ni herir tu pecho de nieve.
Que otros hombres te persigan
con sus gritos y sus perros,
que otros te quiten la vida.
Con pena de ti me aparto,
guárdate, cierva querida.

Y para terminar esta pequeña muestra de poesías en contra del bárbaro espectáculo y deporte de la caza, una del más romántico de los poetas románticos, Friedrich von Schiller, el poeta de la juventud, que expone magníficamente el problema en su poesía "Der Alpenjäger" (El Cazador Alpino):

¿Te gustaría apacentar ovejas?
Las ovejas son buenas y son dóciles,
pastan los dulces brotes de la yerba
triscando en torno de la fresca orilla.
“¡Permíteme ir de caza, madre, madre, quiero cazar en lo alto de los montes!".
¿Te gustaría dirigir el hato con el gozoso resonar del cuerno?

En el alegre coro de los bosques
cuán dulces las esquilas tilintean.

”Permíteme ir de caza, madre, madre, quiero cazar en lo alto de los montes!".

¿Querrías esperar a que las flores en los bancales tuyos florecieran?

Allí no pueden florecer jardines,
todo es salvaje en el desierto agreste.

“¡Deja a las flores, deja que florezcan, quiero irme a la cumbre de los montes!"

Y aquel muchacho se marchó de caza, y con un ciego atrevimiento iba aventurándose incansablemente por lo más tenebroso de los montes; ante sus ojos, semejante al viento, huía temblorosa la gacela.

Con ágil paso trepa por la fría y desnuda osamenta de las peñas, alada cruza con seguro salto
los peligrosos tajos de las rocas, y atrevido el muchacho la persigue tensa ya la mortífera ballesta.

Ahora sobre las cumbres pedregosas, ella consigue la más alta peña, de donde la montaña baja a pico y el camino se pierde en lo profundo.

A sus plantas está el rocoso muro y ante ella el enemigo que se acerca.

Con el mudo lamento de sus ojos suplica al hombre que implacable llega, y en vano son sus ruegos porque el hombre suelta ya el arco que la muerte lanza.

De improviso un espíritu aparece sobre la roca, el Viejo de los Montes, (Bergesalte)y con manos de dios protege entonces al trémulo animal acongojado.

“¿Por qué hasta estos lugares el dios dice, muerte y angustia has de arrastrar contigo?

Bastante sitio tienes en el valle. ¿Por qué has de encarnizarte con los míos?

Estas poesías exponen magníficamente el profundo drama de la caza, aunque su contenido no pueda llegar a los cazadores, gente por lo general estúpida y cruel, cerrada a todo idealismo artístico y poético.





LA PESCA

Este deporte, con ser paralelo a la caza, tiene puntos fundamentales que lo hacen diferir de ésta. Si el cazador carece de riesgos en la práctica de su deporte cuanto menos tiene la posibilidad de tropezar y caerse cuando va persiguiendo a su pobre víctima. Al pescador no le queda siquiera esta posibilidad. Es el genuino deporte de la vagancia. Me ha ocurrido con frecuencia que al ir de excursión a algún lugar de alta o media montaña, me he encontrado con algún pescador que, inmóvil y sentado en el margen de un río, esperaba paciente, pacientísimo, la suerte. Mientras yo me adentraba por los senderos de montaña hacia mi objetivo, observaba la figura del pescador que permanecía en la misma posición. Después, al regreso, otra vez lo mismo. Inmóvil, lo perdía de vista. Aseguran que es un deporte muy relajante y desde luego debe serlo, pues el ejercicio físico es limitadísimo. Lo cierto es que creo que los que se dedican a la pesca podrían obtener la misma satisfacción y el mismo "relax" tendiéndose sobre un prado verde y contemplando las cimas de las altas montañas coronadas de nieve. Respecto a los que pescan en las playas ‑supongo que más numerosos‑ lograrían el mismo objetivo tendiéndose sobre la arena.

El pescador no da al pez la más mínima posibilidad de escaparse. Tanto el de caña como el buceador, tienen el cien por cien de posibilidades sobre la víctima. Especialmente el segundo podría advertir al animal y emprender entonces la persecución. No sería noble pero se concedería al menos al animal la posibilidad de luchar por su vida. Naturalmente hay tipos de pesca como la de arrastre ‑que aunque con fines alimenticios supone el exterminio de miles de peces dejando algunas áreas sin población acuática‑; con explosivo ‑prohibida pero practicada‑ y la efectuada con botellas de oxígeno, absolutamente inmoral.

Ni la caza ni la pesca se practican por razones de alimentación y consecuentemente no pueden encontrar justificación. Son deportes cuyo objetivo es acabar con el mayor número de vidas posibles, sin importar si el animal que logra escapar queda gravemente herido. Acabar poco a poco con los pobladores que la naturaleza guarda en sus profundidades.

Además los pescadores, en medio de su indolencia, no son capaces ni tan siquiera de ahorrar sufrimientos inútiles al pez quitándole rápidamente la vida una vez fuera del agua. No, lo dejan a un lado y contorsionándose y muriendo lentamente agoniza al lado de su asesino sin despertar en él la más mínima compasión. Algunas veces todavía vivo lo fríen sin preocuparse de sus sufrimientos. Igual fin corresponde a langostas y ostras que son más "sabrosas" vivas.

Difícil es justificar la caza por razones de alimentación, pero todavía lo es más el pescado, que en una buena parte ‑especialmente mariscos‑ es consumido puramente por gula, pues el alimento que contiene es mínimo.

Admitimos que, en líneas generales, los peces ofrecen menos compasión que los otros animales. Lógicamente su vida nos es más extraña. Sin embargo aquéllos que han podido hacer submarinismo y dar de comer a los peces en la mano, también saben que son animales a los que la naturaleza no ha puesto a nuestro alcance para que traidoramente, por medio de un anzuelo, de un engaño, vengan a parar a nuestro estómago.

Richard Wagner contra la Vivisección

Richard Wagner contra la Vivisección

tomado de www.nuevorden.net

El gran compositor alemán Richard Wagner (1813 - 1883), abogó durante mucho tiempo por el vegetarianismo y los derechos de los animales. Además criticó duramente la vivisección, argumentando que los humanos nos habíamos convertido en "bestias de nuestras presas", denegando cualquier trato amable hacia los animales que matamos para comer, a pesar de que son seres con capacidad de sentir y que merecen un trato humano, así como lealtad y compasión. Odiaba la vivisección, reivindicando que todos los médicos debían ser judíos. En 1858, en su carta a Matilde Wesendonck, habla de su filosofía del sufrimiento hacia nuestros semejantes, que define como una filosofía de compasiva empatía para hasta el más común y último de los seres.

Creía en la igualdad de hombres y animales. Comer carne había corrompido a la raza humana. Para él, el hombre sólo superaba a los animales en su habilidad para aconsejar.

Wagner sentía mayor compasión por las criaturas más inferiores. Para él, las criaturas superiores habían llegado a ser lo que eran a través de su propio sufrimiento y resignación o capacidad para desarrollarla, haciendo que esas criaturas sean bastante cercanas al hombre. Pero las más inferiores, son totalmente incapaces de adquirir un estado elevado de resignación, es decir, "calma divina". Mientras se encuentran atormentadas, sufriendo sin ningún propósito superior, sólo desean morir; lo que confirma su creencia de que para ellas habría sido mejor no haber nacido. Pero si este sufrimiento puede tener alguna explicación, es despertar en el hombre el sentido del sufrimiento de sus semejantes, y hacerse redentor del mundo.

Entre 1880 y su muerte en 1883, plasmó sus teoría sobre vegetarianismo en numerosos ensayos. Ordenó a sus seguidores a que fueran herbívoros, pero lo sorprendente es que él no lo fue. Winifred Wagner, la viuda de su hijo, dijo en una entrevista en 1972, que "Wagner hubiera deseado ser vegetariano por razones éticas, pero su delicada salud le prevenía ante un cambio en la dieta. Sufría del corazón y tenía un eczema en la cara."





CARTA DE RICHARD WAGNER A ERNST VON WEBER, AUTOR DE LAS CÁMARAS DE TORTURA DE LA CIENCIA



Apreciado Señor: Me cree Vd. capaz de poder ayudarle, con mi palabra, en la campaña tan enérgica que Vd. ha emprendido recientemente contra la vivisección, y parece, a este respecto, tomar en consideración el número bastante considerable de amigos cuyo gusto por mi arte me ha proporcionado. Aunque su edificante ejemplo me incita a intentar responder a su deseo, es sin embargo menos la confianza que posee en mi poder lo que me decide a imitarle, que un vago sentimiento de necesidad de estudiar, incluso en este campo tan alejado en apariencia de aquello que interesa a los artistas, el carácter de la influencia artística que muchas personas me han atribuido hasta la fecha.

Ya que una vez más encontramos, en el caso, actual, el espectro de la "ciencia" que se ha convertido, en nuestra época materialista, desde la mesa de disección hasta las fábricas de fusiles, en el demonio del utilitarismo, juzgado únicamente digno de afecto por parte del Estado, creo que, interviniendo en la cuestión actual, constituye ya una ventaja para mí el hecho de que tantas voces graves y bien autorizadas se hayan elevado en su favor, denunciando al buen sentido las aserciones erróneas, cuando no mentirosas, de nuestros adversarios.

Por otra parte, ciertamente, se ha otorgado un lugar tan importante al puro sentimiento en la discusión de este asunto, que hemos proporcionado excelentes ocasiones a los burlones y chistosos con mala idea, que casi son los únicos que se ocupan de nuestros discursos , de defender los intereses de la "ciencia". A mi entender, sin embargo, se está discutiendo aquí la cuestión más grave de la humanidad, de suerte que las convicciones más profundas no podrán adquirirse más que después de un examen verdaderamente serio de este "sentimiento" del que tanta burla se ha hecho. Intentaré de buen grado seguir este camino, en la medida que mis débiles facultades me lo permitan.

Lo que me ha frenado hasta el presente a entrar en una de estas asociaciones protectoras de animales que existen, es que todos los llamamientos y todas las instrucciones que les veía publicar se basaban casi exclusivamente en el principio utilitario. Y es que, sin duda, lo que en primer lugar importa a los filántropos que se han dedicado hasta el presente a la protección de los animales es probar al pueblo su utilidad para así obtener un mejor trato. Pues los resultados de nuestra civilización actual no nos permiten invocar otros motivos más que la búsqueda de un beneficio en las acciones humanas del ciudadano. En este preciso momento podemos comprobar hasta qué punto somos todavía extraños a un motivo exclusivamente noble de tratar bien a los animales, y qué poca cosa se ha podido obtener realmente de la práctica corriente: los representantes de la línea de conducta adoptada hasta el momento por las sociedades protectoras contra una de las barbaries más inhumanas seguida contra los animales, la que se ejerce en nuestras salas de vivisección autorizadas por el Estado, no sabrían emitir ni un solo argumento concluyente desde que se hace valer, para defenderla, la utilidad de esta barbarie. Quedamos casi totalmente limitados a discutir exclusivamente esta utilidad; y si se hubiese llegado a poder demostrarla con absoluta certidumbre, sería precisamente la sociedad protectora de animales quien, siguiendo su línea de conducta acostumbrada, habría favorecido la crueldad más indigna de la humanidad contra sus propios protegidos.

Por consiguiente, para conservar nuestros sentimientos de simpatía con respecto a los animales, contamos, como única ayuda, con llegar a hacer reconocer oficialmente la inutilidad de esta tortura científica de los animales; esperemos que podamos conseguirlo. Aun cuando nuestros esfuerzos hubiesen obtenido un éxito completo en este aspecto, no se habría logrado nada definitivo y bueno para la humanidad en tanto la tortura de los animales sea abolida únicamente en razón de su inutilidad; lo que habremos conseguido es desfigurar casualmente la idea que dio lugar a nuestras sociedades protectoras de animales.

Aquéllos que, para evitar los sufrimientos prolongados a voluntad de un animal, necesitan otro motivo distinto del de la pura piedad, no podrán nunca sentirse verdaderamente inclinados a reprimir los malos tratos a animales por parte del prójimo. Quien quiera que se haya rebelado a la vista del martirio de un animal, no ha sido arrastrado a ello más que por un sentimiento de piedad; quienquiera que se une a otros para proteger a los animales, no lo hace más que movido por la piedad; piedad totalmente desinteresada e inaccesible a todo cálculo de utilidad o inutilidad. Pero el hecho de que, a la cabeza de todos nuestros llamamientos y avisos dirigidos al pueblo, no nos atrevamos a colocar esta piedad como el único móvil discutible que nos mueve, eso sí que demuestra la maldición de nuestra civilización y la confirmación de que las religiones de nuestras iglesias oficiales se han quedado sin Dios.

Ha sido necesaria en nuestro tiempo, la enseñanza de un filósofo (1) que combate de la forma más despiadada todo lo que hay de falso, para demostrar que la "piedad" fundada en la naturaleza más íntima de la voluntad humana, es la única base verdadera de toda moral. Se han burlado de él; el Senado de una Academia de Ciencias ha llegado incluso a colocarle con indignación en el Índice; pues la virtud, desde el momento en que no está prescrita por la revelación, no sabría tomar su fundamento más que en las meditaciones de la razón. La piedad, considerada del punto de vista de la lógica, fue incluso tachada de egoísta por excelencia; se ha pretendido que la piedad no se vería motivada más que por la visión de un sufrimiento extraño que en realidad no causa dolor a nosotros mismos, pero no por el sufrimiento extraño en sí, el cual intentaríamos reprimir con el fin únicamente de suprimir su efecto doloroso sobre nosotros mismos. ¡Qué ingeniosos hemos llegado a ser con el fin de defendernos, hundidos en el fango del más cruel de los egoísmos, contra los remordimientos motivados por sentimientos comunes a todos los hombres! También se ha despreciado la piedad con el pretexto de que se la ha encontrado frecuentemente hasta en los hombres más groseros, como mínimo de instinto; con esa excusa, se ha llegado a confundir la piedad con la pena que los testigos de todo infortunio público o doméstico experimentan tan fácilmente y que traducen, como a menudo podemos comprobar, en una simple inclinación de cabeza para después dar la vuelta con un alzamiento de hombros; Hasta el momento en que un hombre destaca entre la multitud, a quien la verdadera piedad impulsa a prestar un socorro eficaz.

Aquél que no sienta inclinación a la piedad y que no haya sobrepasado esta débil pena, se sentirá feliz de poderse pasar sin ella y de ahí experimentará un perfecto y agradable desdén hacia la humanidad. Será difícil, en efecto, remitir este hombre a su prójimo para aprender de éste a practicar la piedad a su manera; pues, en general, es cosa bastante difícil, en nuestra sociedad burguesa reglamentada por la ley, obedecer al precepto de nuestro salvador: "Ama a tu prójimo como a ti mismo ".

En general, nuestro prójimo es muy poco digno de nuestro amor, y en la mayoría de los casos, la prudencia nos aconseja esperar del prójimo la prueba de su amor; igualmente, no tenemos ningún motivo para fiarnos de la simple declaración de su amor. Si lo examinamos todo con detalle, veremos que el Estado y la sociedad se hallan combinados de tal forma que, según las leyes de la mecánica, se hace muy soportable el pasarse sin el amor ni la piedad del prójimo. Queremos decir con esto que al apostol de la piedad le costará muchos esfuerzos aplicar su doctrina, de hombre a hombre primero, pues hasta nuestra vida familiar, tan degenerada en nuestros días, bajo la postración de la miseria y la búsqueda de nuevas distracciones sería ya incapaz de dar un buen ejemplo. También es bastante dudoso que estas doctrinas sean acogidas con entusiasmo por parte de la administración del ejército que, como sabemos, mantiene más o menos el orden en toda nuestra existencia política, excepto en la Bolsa; ella le probaría que hay que comprender la piedad en un sentido muy distinto al que cree, es decir al "en gros", sumariamente, como medio de abreviar los sufrimientos inútiles de la existencia con proyectiles que dan en el blanco con precisión cada vez más perfecta.

En cambio, la "ciencia", revestida de sanción oficial, parece haberse encargado de practicar la piedad en la sociedad civil, poniendo en práctica profesionalmente sus dádivas. No queremos hablar aquí de los resultados de la ciencia teológica que arma a los pastores de almas de nuestros municipios con el conocimiento de los impenetrables misterios de la divinidad; y supondremos por un momento, que la práctica de esta profesión incomparablemente hermosa no habrá prevenido a sus discípulos contra una propaganda como la nuestra. Es cierto, desgraciadamente, que sería demasiado exigir del dogma estricto de la Iglesia, que únicamente considerase como base suya el primer libro de Moisés, que reclamase la piedad de Dios hasta para los animales creados para "beneficio" del hombre. Sin embargo, en nuestros días, se pueden superar muchas dificultades y el buen corazón de un cura filántropo ha encontrado ciertamente, en el ejercicio del gobierno de las almas, muchas ocasiones que podrían haber dispuesto su espíritu dogmático en favor de nuestra causa. Aun cuando existan dificultades en la teología para reclamar la simple piedad en favor de sus fines, encontraríamos sin embargo perspectivas tanto más estimulantes al examinar la ciencia médica, que arma a sus discípulos para una profesión consagrada únicamente a aliviar los sufrimientos humanos. El médico puede parecernos realmente el salvador laico de la vida, ninguna otra profesión puede compararse a la suya dados los palpables beneficios de su ejercicio. Llenos de confianza en él, debemos respetar a quien le presta los medios para curarnos de los crueles sufrimientos, es por ello por lo que contemplamos la ciencia médica como la más útil y preciosa, y estamos dispuestos a sacrificarlo todo a su ejercicio y a sus exigencias; es ella, en efecto, la que nos da la práctica verdaderamente privilegiada de la piedad activa y personal, algo tan raro de encontrar entre nosotros.

Cuando Mefistófeles pone en guardia contra el "veneno oculto" de la teología, queremos ver esta advertencia tan maliciosa como su sospechoso elogio de la medicina, a la que intenta, para consolar a los médicos, dejar el éxito de sus experiencias "a la gracia de Dios". Pero, precisamente, esta buena opinión maliciosa que profesa con respecto a la ciencia médica nos hace temer que no haga más que contener un "veneno oculto", al menos un veneno bien ostensible, que el astuto compadre no tiende más que a esconder en su provocador elogio.

Es sorprendente, sin embargo, que esta "ciencia " que generalmente se juzga como la más útil, dé a entender cada vez más claramente que no es una ciencia, y se esfuerce tanto más en sustraerse a la experiencia práctica para llegar, gracias a nociones cada vez más positivas, a la infalibilidad que quiere alcanzar por medio de operaciones especulativas. Son unos doctores médicos quienes nos informan de ello. Los operadores-profesores de fisiología especulativa pueden declararles incompetentes, (estos médicos) que se imaginaban que se trata sobre todo, en el ejercicio en el arte de curar, de la experiencia accesible únicamente a los doctores-médicos, de la observación asegurada por parte del individuo dotado de aptitudes médicas especiales y, por último, de su profunda dedicación, que le hace ayudar siempre que sea posible, de los enfermos que se confían a él. Mahoma, después de haber pasado revista a todas las maravillas de la creación, acabó por reconocer que la mayor maravilla es que los hombres sientan piedad los unos de los otros; nosotros, otorgamos ciegamente esta (piedad) a nuestro médico, mientras nos fiamos de él, y lo colocamos, consecuentemente, por encima del fisiólogo que especula, en la sala de disección y busca resultados abstractos para su propia gloria. Pero perdemos esta confianza cuando nos enteramos, como el otro día, que en una reunión de doctores-médicos, por miedo a la "ciencia" o temiendo ser tomados por hipócritas o supersticiosos, han llegado a desmentir las únicas cualidades dignas de confianza que los enfermos les suponen y se han constituido y vulgares servidores del martirio especulativo de los animales, al declarar que si se suprimiesen los ejercicios de disección que los estudiantes realizan sobre animales vivos, el doctor-médico no podría ya curar a sus enfermos en un futuro próximo.

Los informes que hemos recogido sobre lo que hay de justo y verdadero a este respecto son tan perfectamente edificantes que la cobardía de estos señores no conseguiría nunca entusiasmarnos por esta tortura que ellos recomiendan con filantropía, sino que, por el contrario, nos sentimos inclinados a no confiar más nuestra salud y nuestra existencia a un médico que toma de ello enseñanza, pues lo consideramos como un hombre incapaz de sentir piedad y que hace trampas en su oficio.

Aclarada de manera tan instructiva la horrorosa chapucería de esta "ciencia" que se recomienda sea extraordinariamente respetada y puesta bajo la poderosa protección del "gran público" y sobre todo de nuestros ministros y consejeros del príncipe, como han recomendado recientemente varios doctores-médicos en sus tratados destacables sobre todo por su elegante alemán, podemos esperar con derecho, que el espectro de la "utilidad" de la vivisección no vendrá a importunarnos en nuestros ulteriores esfuerzos; nos importará únicamente en adelante utilizar en nosotros, con energía, la "religión de la piedad"; a pesar de aquéllos que sigan fieles al dogma de la "utilidad". Desgraciadamente, la forma que acabamos de adoptar de considerar las cosas humanas, nos ha enseñado que la piedad estaba borrada de la legislación de nuestra sociedad; pues hemos visto a nuestras instituciones médicas, bajo el pretexto de ocuparse del hombre, llegar incluso a transformarse en escuelas de brutalidad -en nombre de la "ciencia"-; ésta, un día, se desviará naturalmente de los animales contra el hombre que carecerá ya de protección contra estas experiencias.

Guiados por esta irresistible sublevación que nos inspiran los terribles sufrimientos causados voluntariamente a los animales, ¿encontraremos el camino que conduce al único reino redentor que es la piedad experimentada por todo aquel que vive, como en un paraíso pérdido y conscientemente reconquistado?

Cuando la sabiduría humana comprendió un día que el animal y el hombre tienen el mismo espíritu, parecía ya demasiado tarde para desviar la maldición que habíamos atraído sobre nuestras cabezas, colocándonos al nivel de bestias feroces que consumen alimento animal: enfermedades y miserias de todo tipo a las que no veíamos expuestos a los hombres que vivían únicamente a base de vegetales. El reconocimiento que de ello hemos adquirido nos hizo comprender la profunda culpabilidad de nuestra existencia terrestre: decidió a aquéllos que se convencieron de ello a renunciar a todo lo que excita las pasiones y a abstenerse de todo alimento animal. Es a estos sabios a quienes se les desveló el misterio del mundo como un incesante movimiento de desgarramiento que no podía ser rescatado para volver a la unidad sana y tranquila mas que por medio de la piedad.

Únicamente la piedad que sentía por todo ser que respira libertó al sabio de la incesante metamorfosis de todas las dolorosas existencias por las que debe pasar hasta llegar a la redención definitiva. Por esto es por lo que compadecía al hombre sin piedad para con su sufrimiento, y compadecía más profundamente todavía al animal al que veía sufrir, por saberle incapaz de ser rescatado por la piedad. Este sabio reconoció que el ser dotado de razón ha alcanzado la felicidad suprema mediante sufrimientos voluntarios que, por lo tanto, busca con extremo celo y soporta con pasión, mientras que el animal no espera el sufrimiento absoluto, que le resulta tan inútil, más que con la terrible ansiedad y un horrible terror. Y todavía más digno de compasión les parecía a estos sabios el hombre que podía atormentar voluntariamente a un animal y permanecer insensible a sus sufrimientos, pues sabía que ése se hallaba todavía más lejos de la redención que el mismo animal: éste, en comparación, debía ser inocente como un santo.

Algunos pueblos, expulsados hacia climas más rudos, viéndose reducidos a la alimentación animal para conservar su existencia, han mantenido hasta épocas recientes la conciencia de que el animal no les pertenece a ellos, sino a una divinidad. Sabían que matando o derribando un animal se convertían en culpables de un crimen del que debían pedir permiso a Dios; le inmolaban el animal y le ofrecían, en acción de gracias, las partes más nobles de la presa. Lo que aquí había sido un sentimiento religioso sobrevivió, después de la decadencia de las religiones, en algunas filosofías más recientes, como pensamiento rebosante de humanidad. Léase el hermoso tratado (2) de Plutarco Sobre la inteligencia de los animales terrestres y acuáticos. Con sensibilidad se considerarán entonces como ignominiosas las ideas de nuestros sabios y sus iguales.

Hasta aquí, pero no más allá ¡ay!, podemos seguir las huellas de esta piedad, fundada en la religión, que nuestros antepasados humanos sentían por los animales, y parece que el progreso de la civilización, al convertir al hombre indiferente "al Dios", le haya transformado en animal feroz; en efecto, hemos visto un César romano, revestido con piel de animal, remedar en público a un animal feroz.

Un Ser divino sin mácula se cargó sobre sí la suma enorme de pecados de toda esta existencia a la que rescató mediante su dolorosa muerte. Es gracias a esta muerte expiatoria, a lo que todo ser puede saberse rescatado, con tal de que la haya comprendido y tomado como ejemplo para imitarla. Eso es lo que hicieron los mártires y santos que se sintieron irresistiblemente arrastrados al sufrimiento voluntario sumergiéndose en la fuente de la piedad hasta la destrucción de toda mentira en el mundo. Hay leyendas que nos cuentan que los animales se aficionaron con familiaridad a estos santos, quizás no únicamente por la protección que estos les aseguraban, sino porque además se sentían atraídos por el poderoso móvil de la compasión que de ahí se podía deducir: es que podrían lamer sus heridas y encontrarían quizás una mano afectuosa y protectora. En estas leyendas, como, por ejemplo, la de la cierva de Santa Genoveva, y tantas otras parecidas, existe probablemente un sentido que sobrepasa al Antiguo Testamento.

Ahora bien, estas leyendas han desaparecido. El Antiguo Testamento es hoy vencedor y el animal feroz se ha convertido en el animal "que calcula". Nuestro credo reza: El animal es útil, sobre todo cuando se nos somete fiándose de nuestra protección. Hagamos pues de él lo que nos parezca mejor en provecho de los hombres. Tenemos derecho a torturar a mil perros fieles durante largos días si de ese modo ayudamos a un hombre a gozar del bienestar "canibalesco" de "quinientos cerdos".

El horror causado por las consecuencias de esta máxima no pudo encontrar su verdadera expresión más que cuando se nos instruyó más claramente sobre los abusos de la tortura científica de los animales y nos vimos obligados finalmente a preguntar cómo, no hallándose instruida en los dogmas de nuestra Iglesia, nuestra actitud con respecto a los animales podía ser considerada como moral y tranquilizadora de la conciencia. La sabiduría de los Brahmanes, la misma de todos los pueblos paganos civilizados, nosotros la hemos perdido: al desconocer su conducta con relación a los animales, tenemos ante nosotros un mundo convertido en "animal" en el peor sentido de la palabra, (un mundo convertido) en algo infernal. No existe ni una sola verdad que, incluso aunque seamos capaces de penetrar en ella, no seamos capaces de esconder con el pretexto de nuestro egoísmo y de nuestro interés personal: en eso consiste nuestra civilización. Pero, esta vez, parece que la medida, colmada, se desborda y que pueda abrirse paso una consecuencia favorable del pesimismo activo, en el sentido del "benéfico" Mefistófeles.

Totalmente aparte, pero casi al mismo tiempo en que se manifestaban estas torturas practicadas en los animales al pretendido servicio de la ciencia, un amigo de los animales, hombre de ciencia, nos reveló, tras leales investigaciones, tras atentas lecciones y comparaciones verdaderamente científicas, las enseñanzas de una ciencia primitiva desaparecida, según la cual es el mismo espítitu el que da la vida de los animales y la nuestra, más aún, que indudablemente descendemos de los animales. Esta constatación podría enseñarnos de la manera más segura, según el espíritu de nuestro siglo sin fe, a señalar con precisión infalible nuestras relaciones con los animales y, quizás, sería ésta la única forma de que alcanzásemos la verdadera religión, la del amor a la humanidad, que el Salvador nos enseñó y afirmó con su ejemplo.

Acabamos de explicar lo que nos hace a nosotros, esclavos de la civilización, tan incomparablemente difícil la práctica de esta doctrina. Como, hasta el momento, hemos empleado a los animales no solamente para alimentarnos y servirnos, sino también para conocer, mediante los sufrimientos que les provocamos artificialmente, las enfermedades que nosotros mismos podríamos sufrir cuando nuestro cuerpo se corrompe por una existencia no conforme con la naturaleza, por toda suerte de excesos y vicios, deberíamos en adelante utilizarlos en nuestra educación para purificar nuestra moralidad y hasta, tras buenos informes, como testimonios indiscutibles de la sinceridad de la naturaleza.

Nuestro amigo Plutarco nos ha dado ya un ejemplo de ello. Tuvo el atrevimiento de inventar un diálogo (3), Grilo (Los animales son racionales), entre Ulises y sus compañeros, que Circe había convertido en bestias, en el que se niegan a volver a ser metamorfoseados en hombres, alegando razones de lo más persuasivas. Quien haya leído con atención este curioso diálogo, encontrará bastantes dificultades exhortando a los hombres que nuestra civilización ha transformado en brutos a recuperar su verdadera dignidad humana. No se puede esperar un verdadero éxito más que si el hombre vuelve a tomar conciencia, gracias al animal, de su naturaleza noble, su sufrimiento y su muerte nos proporcionarían la medida de la dignidad superior del hombre, que es capaz de concebir el sufrimiento como lección eficaz y la muerte como expiación que transfigura, mientras que el animal sufre y muere sin provecho alguno para sí mismo.

Despreciamos al hombre que no soporta con resignación los males que le atacan y que tiembla con insensata angustia ante la muerte: y es precisamente por esta razón por la que los fisiólogos realizan vivisecciones de animales, por la que les inoculan venenos que este hombre ha creado a consecuencia de sus vicios y prolongan artificialmente sus dolores para enterarse de cuánto tiempo podrían evitar a este miserable la angustia suprema. ¿Quién vería una idea moral en esta enfermedad o en este remedio? ¿Se acudiría en ayuda, con los mismos procedimientos científicos, de un pobre obrero que sufriese hambre, privaciones y agotamiento? Sabemos que es precisamente ése, que - ¡felizmente!- no se aferra a la vida y la abandona de bastante buen grado, quien sirve a menudo para las experiencias más interesantes para hacer reconocer objetivamente problemas fisiológicos. De suerte que, con su misma muerte, el pobre presta igual servicio al rico, que en vida al trabajar el yeso a costa de su salud para ofrecerle un nuevo apartamento.

Esto es, sin embargo, lo que el pobre hace con estúpida inconsciencia. Se podría suponer, por el contrario, que el animal se dejaría torturar y atormentar por su dueño a sabiendas y de buen grado, si se le pudiese hacer comprender que está en juego la salud del hombre, su amigo. Esto no es mucho decir; se puede percibir esto si observamos que los perros, caballos y casi todos los animales domésticos y domados no llegan a ser adiestrados más que cuando comprenden qué trabajos les pedimos. Desde el momento en que lo comprenden, los ejecutan siempre de buen grado. Las personas brutas o imbéciles, por el contrario, creen que es necesario manifestarles su voluntad mediante castigos cuya intención el animal no comprende y que interpreta mal. Y esto, como consecuencia, engendra nuevos malos tratos que quizás serían útiles si le fuesen aplicados al dueño que conoce el significado del castigo. Sin embargo, no disminuyen el amor y la fidelidad que el animal, tratado de manera tan insensata, testimonia a su verdugo. Un perro, hasta en medio de los dolores más violentos, puede ser acariciado por su amo. Los estudios de los vivisectores nos lo han enseñado: en interés de la humanidad deberíamos buscar mejor de lo que se ha hecho hasta el momento qué opiniones sobre el animal se podrían sacar de estas experiencias. Obtendríamos un beneficio meditando sobre lo que ya sabíamos de los animales y las enseñanzas que todavía podríamos sacar.

El hombre no era superior a los animales, que nos enseñan todas estas artes mediante las cuales los hemos sometido a ellos mismos, más que por el fingimiento y la astucia pero no por el valor ni la bravura; pues el animal lucha hasta que acaba por sucumbir, indiferente a las heridas y a la muerte. "No sabe ni suplicar, ni pedir gracia, ni aceptar su derrota". Sería un error querer basar la dignidad humana en el orgullo humano, contra el de los animales, y no podemos explicar más que por nuestro mejor arte del disimulo. Nos vanagloriamos de este arte. Lo denominamos "razón" y creemos poder distinguirnos orgullosamente del animal gracias a este arte, por ser capaz, entre otras cosas, de hacernos parecidos a Dios. A lo que Mefistófeles da su propia opinión cuando encuentra que el hombre no emplea su razón "más que para convertirse en más bruto que cualquier animal".

El animal, en su gran sinceridad e ingenuidad, no sabe valorar cuán moralmente despreciable es este arte mediante el cual le hemos sometido; reconoce en él, en todo caso, algo demoníaco y le obedece por temor. Ahora bien, si el hombre que manda ejerce la clemencia y una bondad amable con relación al animal, convertido en adelante en tímido, podemos suponer que reconoce en su dueño algo de divino y que honra y ama tan fuertemente este rasgo divino que dedica exclusivamente a su servicio sus virtudes naturales de valor, fiel hasta la más dolorosa muerte. Del mismo modo que el santo se siente empujado irresistiblemente a testimoniar su fe en Dios mediante las torturas y la muerte, igualmente, el animal se halla inclinado a testimoniar el amor a su amo a quien venera como a un Dios. Un único lazo, que el santo ya había podido romper, une al animal, pues no puede dejar de ser sincero con la naturaleza: la piedad hacia sus pequeños. Pero ante los obstáculos que de aquí se suceden, sabe tomar una decisión. Un viajero abandonó a su perra que le acompañaba, y que acababa de parir, en la cuadra de una posada y regresó solo a su casa, a tres horas del lugar. A la mañana siguiente encontró, sobre la paja de su patio, a los cuatro cachorros y a la madre muerta junto a ellos. Había realizado el camino, lleno de ansiedad e impaciencia, llevando cada vez a uno de sus pequeños. No fue hasta el momento que hubo colocado el último en casa de su amo cuando no estando ya obligada a dejarlo, se abandonó en manos de una muerte retrasada por el dolor.

He aquí lo que el ciudadano "libre" de nuestra civilización denomina "fidelidad de perro", subrayando con desprecio la palabra "perro". ¿Y no tomaríamos ejemplo del animal, del que somos sus amos, ejemplo que nos edifica y nos conmueve, en un mundo en que el respeto ha desaparecido totalmente o, en donde si todavía existe, no constituye más que un fingimiento hipócrita? Cuando, entre los hombres, encontramos una fidelidad consagrada hasta la muerte, deberíamos reconocer a partir de este momento un noble lazo de parentesco con el mundo animal y ello no debería humillarnos; pues muchas razones demuestran que esta virtud es practicada por los animales más puramente, más divinamente que por los hombres. El hombre, en efecto, es capaz de reconocer en el sufrimiento y en la muerte, abstracción hecha de su valor reconocido por el mundo, una expiación que le hace feliz, mientras que el animal, sin considerar mediante razonamiento una eventual ventaja moral, se sacrifica entera y puramente por amor y fidelidad (aunque nuestros fisiólogos se encargan de explicarnos esto como un simple proceso químico de ciertas sustancias elementales).

A estos "simios" que, en la angustia de su impostura trepan al árbol de la ciencia, se les debería recomendar en todo caso que examinasen no el interior de un animal vivo sino, más bien, que mirasen en sus ojos con un poco de tranquilidad de reflexión. Allí quizás, vería el hombre de ciencia, expresado por primera vez, lo más digno que existe para los humanos: la sinceridad, la imposibilidad de la mentira, y entonces, mirando más de cerca, le hablaría de la sublime tristeza que la naturaleza siente por el orgullo lastimoso y falible del sabio: porque, cuando realiza una broma científica, el animal se toma la cosa en serio.

Que el sabio desvíe su mirada primero hacia su prójimo que, nacido en la indigencia absoluta, sufre verdaderamente, deteriorado desde su más tierna infancia por trabajos excesivos que han arruinado su salud, muriendo prematuramente por mala alimentación y tratamientos inhumanos de todo tipo, hacia este prójimo que le considera con aire inquieto, con sumisión estúpida. Quizás entonces se confesará a sí mismo que ese es en todo caso y con toda certeza un hombre como él. Esto constituiría un resultado. Pero si no podéis imitar al animal compasivo que, de todo corazón, comparte el hambre de su amo, intentad sobrepasarle ayudando a vuestro prójimo habriento a procurarse el alimento necesario, lo que os resultaría fácil sujetándole al mismo régimen que al rico y dando ese exceso de alimento que hace que caiga enfermo a quien permitiría convertir en persona sana. Y para ello no serán en absoluto necesarios manjares suculentos como las alondras que se encuentran mejor en la naturaleza que en vuestro estómago. Pero para ello sería necesario que vuestro arte fuese suficiente. Ahora bien, no habéis aprendido más que artes inútiles.

Unos derechos a la entrega de una herencia considerable dependían de la muerte, diferida hasta cierta fecha, de un señor húngaro moribundo: los interesados pagaron enormes honorarios a los médicos para prologar su vida hasta el día fijado; se llamó a los médicos, allí existía algo interesante para la "ciencia" ¡Dios sabe cuántas sangrías y envenenamientos realizaron! Fue un éxito. Recibimos la herencia y se remuneró brillantemente a la ciencia. Con seguridad podemos pensar que tanta ciencia nunca sería empleada en beneficio de nuestros pobres obreros. Pero quizás resultaría alguna cosa más: un profundo examen de nuestro interior.

El horror que todo el mundo experimenta sin duda hacia los peores tratamientos imaginables, aplicados a los animales, en pretendido beneficio de nuestra salud - ¡y ésta sería la peor cosa que podríamos poseer en un mundo sin corazón-, (este horror) ¿no provocaría por si solo este examen, o bien sería necesario empezar por demostrarnos que esta utilidad es falsa, cuando no engañosa, y que se trataba en realidad de una vanidad de virtuoso o de la satisfacción de una curiosidad estúpida? ¿Esperaríamos que la vivisección humana realizase nuevos sacrificios en favor de la "utilidad"? ¿No es necesario que el interés del Estado tenga más valor para nosotros que el del individuo?

Un Visconti, duque de Milán, estableció una pena contra los grandes criminales de Estado que fijaba en cuarenta días la duración de las torturas mortales del delincuente. Este hombre parece haber reglamentado por adelantado los estudios de nuestros fisiólogos; estos saben prolongar los tormentos de un animal capaz de soportarlos físicamente a cuarenta días en los casos más favorables, pero menos como antiguamente por crueldad calculada que por economía. El edicto de Visconti fue ratificado por el Estado y la Iglesia, pues nadie se sublevó contra él; sólo los que no consideraban estos terribles tormentos como el caso peor, se vieron motivados a luchar contra el Estado en la persona de monseñor el duque.

Que el Estado moderno se ponga en el lugar de estos "criminales de Estado" y que coloque a los señores vivisectores, deshonor de la humanidad, a la puerta de sus laboratorios. ¿Dejaríamos de nuevo esta labor a los "enemigos del Estado", considerando como tales, según la más reciente legislación, a los llamados "socialistas"? En efecto, sabemos que -mientras el Estado y la Iglesia se devanan los sesos para decidir si deben ocuparse de nuestras reivindicaciones y si no hay que temer, por otra parte, la cólera de la "ciencia" ofendida- la violenta invasión de uno de estos laboratorios de vivisección, producida en Leipzig, así como el rápido aniquilamiento de los animales despedazados extendidos, conservados durante semanas de martirio y una buena tunda administrada al guardián que vigilaba estas horribles salas de tortura han sido considerados como atentado brutal contra el derecho a la propiedad y atribuidos a subversivas intrigas socialistas.

(Matar a los animales que están siendo sometidos a atroces experimentos no es la solución. Los animales en tal situación deben ser atendidos, y no asesinados. La vivisección debe ser abolida y prohibida por la ley. Nota del editor)

¿Quién no se convertiría en socialista al ver que nuestro esfuerzo contra la perpetuación de la vivisección y la petición de su abolición son rechazados por el Estado y por el Imperio?

Pero no se trataría más que de una abolición absoluta, no de una "restricción tan extendida como sea posible" bajo el "control del Estado", pues no podría tratarse de hecho el control del Estado más que de la presencia de un gendarme especialmente calificado en toda conferencia fisiológica de los señores profesores ante sus "espectadores".

Nuestra conclusión, desde el punto de vista de la DIGNIDAD HUMANA, es que ésta no se manifieste más que.allí donde el hombre puede diferenciarse del animal por la piedad que sentiría por el animal mismo, pues podemos aprender del animal la piedad con relación al hombre, desde el momento en que se trata al animal razonablemente y con humanidad.

Si esta conclusión hiciese que se riesen de nosotros y si nuestros intelectuales nacionalistas nos rechazasen, si la vivisección continuase prosperando en público y en privado, deberíamos por lo menos un beneficio a sus defensores: el que, incluso como hombres, abandonaríamos fácilmente y de buen grado este mundo en donde "un perro no podría seguir viviendo por más tiempo" incluso aunque no se nos debiese interpretar un réquiem alemán (4)


NOTAS

(1) Se refiere a Arthur Schopenhauer.

(2) Se refiere al tratado Sobre la inteligencia de los animales. Otros escritos de Plutarco en defensa de los animales son Sobre comer carne y Grilo. Plutarco y otros filósofos de la antigüedad como Porfirio, autor de un tratado Sobre la abstinencia de la carne de los animales, rechazaban la barbarie humana con los animales.

(3) Se refiere al tratado Los Animales son Racionales, también denominado con el nombre del cerdo que lo protagoniza: Grilo.

(4) Alusión a Un réquiem alemán de Johannes Brahm

Revisionismo en los Medios de Comunicación de Irán

Revisionismo en los Medios de Comunicación de Irán

Los ojos azules de Zahra " y " el pueblo de la cueva ", son producciones iraníes, y una tercera, "Al-Shatat", aunque es de producción siria, también es financiada por Irán, y fue emitida originalmente en el canal de Hezboláh, Al-Manar TV, en todo el mundo. (1)

En 'los ojos azules de Zahra', emitida en [la cadena iraní] Sahar TV, los "sionistas" son retratados gráficamente como raptores de niños palestinos y ladrones de sus órganos. Los estereotipos tradicionales antisemitas están encajados en la serie, como la superioridad racial judía [esgrimida por los judíos], así como propaganda política anti israelí.

Sahar TV emite actualmente la telenovela ‘el pueblo de la cueva’. En un episodio reciente, los judíos son retratados maliciosamente abusando de Cristo en la cruz y sobornando a los romanos para hacerse los suecos.

'Al-Shatat', emitida originalmente por el canal de Hezboláh Al-Manar TV, es emitida actualmente en el canal iraní Sahar TV. Retrata a los judíos como controladores del mundo a través de un gobierno global en la sombra y como responsables de los males del mundo, mediante [diversas] conspiraciones políticas, económicas y [hasta] sexuales, planeando guerras y asesinatos políticos. Los libelos de sangre – como degollar a un niño cristiano para [utilizar su sangre en] diversos rituales de Pascua – aparecen gráficamente, dado que son ejecuciones transgresoras para judíos y no judíos por igual.


Lo siguiente son extractos de estos ejemplos recientes de antisemitismo en los medios iraníes: (2)

Columnista iraní: ‘Los campos de exterminio Nazi fueron… como cualquier otro campo de detención de [cualquier] otra guerra… La Declaración de que 6 millones de judíos fueron asesinados en la Segunda Guerra Mundial es una exageración’

En un editorial titulado "las mentiras de la industria del Holocausto", publicado por el Tehran Times, vinculado al Ministerio de Exteriores iraní, el columnista Hossein Amiri afirma que el Holocausto nunca tuvo lugar, basando su creencia en "historiadores revisionistas" que habrían ‘demostrado’ que la erradicación de los judíos habría necesitado más de seis años de guerra y que la "limpieza étnica mediante el uso del gas venenoso Zyklon-B, como afirman los sionistas, no era posible en aquella época ". El editorial degrada el Holocausto afirmando que cualquier guerra – no sólo la Segunda Guerra Mundial – “acarrea muchos problemas y desastres", y que los campos de exterminio Nazis no eran peores que cualquier otro campamento de detención: "Indudablemente, los campos de exterminio de los Nazis no eran hoteles de vacaciones e imponían varias dificultades a los prisioneros, como cualquier otro campo de detención de otra guerra". Los presos, según el Tehran Times , "morían de hambre, de enfermedades y de otras causas".

El artículo acusa a Israel y a Europa de aprovecharse del Holocausto para justificar el sufrimiento de los palestinos y afirma que “el tema del Holocausto sólo es destacado para encubrir los crímenes de Israel en Palestina”. Según el Tehran Times , los sionistas intentar revivir el asunto del Holocausto porque éste ha sido desacreditado por la opinión pública mundial. Para este fin, utilizan los medios globales, internet, y la industria cinematográfica de Hollywood, en la cual los judíos, según el editorial, juegan un papel significativo. Lo siguiente son extractos de la columna:

"Someter a un grupo étnico o a una nación a tortura bajo cualquier pretexto es inaceptable, pero es peor cuando se impone el sufrimiento, y lo peor [se da] cuando un grupo intenta exagerar los sucesos para propósitos políticos.

“Al exagerar el sufrimiento de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, los grupos sionistas y el régimen israelí intentan aprovecharse de la situación planteando el tema en organizaciones internacionales para neutralizar cualquier oposición a sus diabólicos planes.

“Nadie intenta ignorar el sufrimiento de los judíos a manos de los Nazis, pero el sufrimiento de un grupo étnico / religioso no debería hacer que el mundo olvidase el sufrimiento de otra nación, o que permitiese que los que sufrieron persecución hicieran la misma injusticia a otra nación.

“El 27 de enero de cada año, los medios cubren el así denominado Holocausto, y Tel Aviv reprocha al mundo el sufrimiento histórico que afirman haber experimentado en el pasado.

“El Holocausto hoy tiene connotaciones muy complejas. La exageración de este fenómeno puede interpretarse como el intento de los europeos de salvar su consciencia culpable entregando las tierras de la nación palestina a un pueblo al que los europeos sostienen haber sometido a injusticias.

“Con el final de la guerra en 1945, los Aliados, junto con los líderes sionistas, empezaron a tramar extrañas concepciones de la masacre de judíos en los campos de exterminio Nazi que un hombre moderno a duras penas puede aceptar. Conjurando imágenes de cámaras de gas, intentan establecer la idea de que los judíos han sufrido torturas indescriptibles y que la consciencia del mundo debe despertar en este asunto para que los judíos no sean objeto de injusticia de nuevo.

“Buscando esta meta, Occidente, encabezado por Gran Bretaña y Estados Unidos, comenzó a plantar las semillas de la captura de Palestina, y condenó a los palestinos a pagar un crimen que los propios occidentales habían cometido. Así, esta nación, que afirma haber sido la víctima perenne de la violencia y la tortura en el curso de la historia, está haciendo hoy lo mismo a los palestinos.

“No pasó mucho antes de que un grupo de historiadores revisionistas en Occidente comenzara a cuestionar la afirmación de que seis millones de judíos fueron asesinados por los Nazis, y hasta se preguntaron si la masacre de seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial era posible o no.

“Los historiadores revisionistas han ‘demostrado’ a lo largo de dos décadas de estudios que si Hitler hubiera llevado a cabo un programa sistemático de erradicación de los judíos, habría precisado más tiempo que los seis años que duró la guerra. También han demostrado que tal acto de limpieza étnica mediante el uso del gas venenoso Zyklon-B, como afirman los sionistas, no era posible en aquel tiempo.

“Norman J. Finkelstein, profesor judío de la Universidad de Nueva York crítico con las políticas sionistas, denomina a la afirmación 'la industria del Holocausto', que sólo lleva a elevar el apoyo al gobierno de Israel.

“Durante las últimas décadas y desde que el suceso se cuestionara, los propagandistas sionistas intentaron apuntalar esta afirmación mediante varios medios.

“Los sionistas intentan revitalizar un tema que ha sido desacreditado a los ojos de la opinión pública mundial utilizando la prensa, la radio, la televisión, internet, y lo más importante de todo, el cine y la gran industria cinematográfica de Hollywood, dado que todos los actores importantes de esta influyente industria son judíos. !

“Puede decirse que cualquier guerra, y particularmente una que afecte al mundo, siempre acarreará muchos problemas y desastres, y la Segunda Guerra Mundial no es ninguna excepción.

“Indudablemente, los campos de exterminio de los Nazis no eran hoteles de vacaciones y suponían varias dificultades para los prisioneros, como cualquier otro campo de detención de otras guerras.

“Mucha gente de estos campos, incluyendo hombres, mujeres y niños inocentes murieron de hambre, de enfermedades y de otras causas.

“Las víctimas procedían de naciones y grupos étnicos distintos, incluyendo judíos, que también perdieron mucha gente, pero los judíos no fueron las únicas víctimas de la guerra y un número mayor de personas inocentes de otros grupos étnicos también perdió su vida.

“El tema del Holocausto y los aniversarios celebrados por el suceso sólo significan promover las políticas represivas de los sionistas.

“Los judíos sufrieron como resultado del expansionismo de Hitler, como otras víctimas inocentes, pero no debería concederse privilegios especiales por encima de otros.

“La afirmación de que 6 millones de judíos fueron asesinados en la Segunda Guerra Mundial es una exageración de la verdad. Además, el sufrimiento y el dolor de una nación no pueden justificar sus crímenes contra otras naciones.

“El tema del Holocausto sólo es destacado para en cubrir los crímenes de Israel en Palestina". (3)

Crítica cinematográfica iraní: ‘la directiva sionista entregó a judíos a campamentos de prisioneros de guerra, colaborando así extensamente con los Nazis’

MEHR (Agencia de Noticias iraní) publicó recientemente una crítica de la película " Éxodus ", de Mojtaba Habibi, en la que acusa a los judíos de colaboración con los Nazis y de orquestar un gran plan de dominación mundial con Joseph Stalin. Sostiene que los sionistas firmaron varios acuerdos secretos con las potencias mundiales conspirando para dominar el mundo y subyugar a los árabes. Lo siguiente son extractos:

"…La película ' Éxodus ' es un alegato de defensa, que demuestra que los Comunistas de Rusia y de Europa Oriental controlan todos los bancos, las industrias militares y los mercados de diamantes, oro y petróleo… Son conocidos como [judíos] 'ashkenazi', constituyendo el régimen opresor de Jerusalén y disfrutando de todos los privilegios del sionismo mundial. En contraposición con ellos, están los judíos 'sefardíes' - los que no proceden de Rusia, Europa o América. Proceden generalmente de Oriente Medio, África y América Latina, y son considerados ciudadanos de segunda clase. Pero esta película retrata esta realidad bajo el prisma humanitario y niega ostensiblemente tal racismo…

“Documentos [descubiertos] en los círculos del espionaje [léase la embajada americana en Teherán, cuando fue tomada en 1979] y el libro 'Hechos de la sociedad israelí' indican que: 'para comprender que la guerra de 1973 fue en la práctica parte de la conspiración y del gran engaño de Israel y la URSS, se debe conocer [primero] la alianza Golda Meir-Stalin-Kaganowicz.
Golda Meir nació en Rusia… En 1949 fue nombrada la primera embajadora israelí en la URSS. La Embajadora Golda Meir (una judía bolchevique), que representaba a Israel, se reunió con dos representantes de la URSS. El primero era Kaganowicz (un judío bolchevique) y el segundo era Stalin (que se casó con una judía bolchevique). [Los 3] firmaron una alianza secreta, según la cual… se permitía a Israel infiltrarse en el mundo del judaísmo, particularmente en Estados Unidos, para que las fuerzas occidentales adoptaran una política pro Israel frente a los árabes. El papel de la URSS en la alianza era el siguiente: 1) los soviéticos adoptarían una política pro árabe, que serviría como tapadera para completar los objetivos [soviéticos] de asistir a los árabes, pero no [asistirles] lo suficiente como para que derrotasen a Israel. 2) Los soviéticos abrirían las puertas de los países pro-soviéticos para permitir la emigración judía a Israel. [Por] si eso no fuera suficiente, la URSS / Rusia abriría sus propias puertas para permitir la emigración judía a Israel…

“Existen acuerdos similares a los de arriba, firmados entre los sionistas y Estados Unidos, Francia, Inglaterra, China y otros, que muestran la infiltración [sionista] mediante el uso de diversos planes a nivel global a lo largo de toda la historia". (4)

‘Los judíos explotan una gran mentira histórica llamada 'el Holocausto'’

Otro ejemplo de negación del Holocausto puede observarse en un artículo reciente publicado por MEHR . El artículo, titulado "Un veredicto legal - ¿O la primera ficha en un juego de dominó?", se centra en la decisión de prohibir Al-Manar T V, [cadena propiedad de] Hezboláh en Francia y la decisión de la administración norteamericana de continuar la demanda en América. Lo siguiente son extractos del artículo:

"…En los últimos siglos, los judíos han expandido su influencia sobre los centros de poder, particularmente en Europa, mediante la explotación de una gran mentira histórica llamada 'el Holocausto'. Los judíos sostienen que las raíces de cualquier oposición a ellos en Europa se encuentran en temas raciales, y que es probable que su oposición lleve a un proceso similar a las medidas de Hitler y a una masacre más contra ellos.

“Utilizando este fraude, los judíos han logrado aprobar, en muchos estados europeos, una ley llamada ‘Ley del Odio [Racial], según la cual toda oposición y crítica de ellos, o el examen y comprobación de sus afirmaciones, es percibido como una medida racista contra ellos que pretende expandir el odio contra los judíos (antisemitismo) - y cualquiera que vulnere esta ley puede esperar represalias a nivel criminal.

“…El verdadero objetivo de aprobar esta ley es igualar la crítica a los judíos con la crítica a Israel. En los últimos años, han logrado enfocar este objetivo, condenando cualquier crítica a Israel y presentándola como una medida racista y antisemíta.

“En los últimos años hemos sido testigos de muchos ejemplos de medidas de este tipo, en el marco de la respuesta violenta de los judíos a sus críticos en Francia. El alcance de estos enfrentamientos fue aún mayor en los círculos académicos de Francia, debido a la crítica [a Israel] de algunos conferenciantes e investigadores. Esto causó la expulsión de varios conferenciantes de universidades [francesas].

“Las medidas que ellos [es decir, los judíos] han utilizado y utilizan contra Al-Manar TV pueden explicarse en el marco de esta ley. Utilizar este fraude [es decir, el Holocausto], lograron forzar al gobierno francés a ver que la programación de este canal [es decir, de Al-Manar TV ] y la actitud anti-Israel es probable que extiendan la provocación contra los judíos entre la población musulmana.

“El argumento de que la actitud musulmana contra y su odio a Israel se deriva de Al-Manar TV y que es probable que esta actitud lleve al odio a los judíos en Francia ha servido a los judíos como sustrato para clausurar [la emisión] el canal.

“La prohibición de impedir la emisión de Al-Manar TV en Francia ha tenido lugar como resultado de los esfuerzos del lobby sionista. No obstante, no debemos ignorar el hecho de que un grupo fuerte perteneciente a la potencia global central - es decir, América – apoyó vigorosamente esta solicitud de los judíos franceses…

“La actividad social de los judíos en Francia precede enormemente a la de los judíos de América. Sin embargo, los judíos de América disponen de mejores medios y posición que sus correligionarios franceses. Los judíos de América se sienten en deuda con los judíos de Francia. Esto se debe al apoyo que han recibido a lo largo de la historia de los judíos de Francia en las esferas de participación en la actividad civil y en la infiltración en los centros de poder.

“Al parecer, los judíos de Rusia expresarán también ideas similares a las de sus correligionarios americanos, que les han enseñado los métodos se saqueo de los recursos de Rusia…

“Y ahora, como estaba previsto, los judíos han comenzado a actuar también en América y han tumbado la segunda ficha del dominó, en forma de 'la orden judicial que prohíbe la actividad de Al-Manar TV en América’". (5)





En una entrevista con MEHR , el Dr. Fredrick Toben, del Instituto Adelaide de Australia, debatió la política exterior norteamericana hacia Irán y el tema nuclear, y afirmó que "el estado de Israel se funda en 'la mentira del Holocausto’, y que "denunciar esta mentira" ayudará a "desmantelar la entidad sionista". Lo siguiente son extractos de la entrevista:

Pregunta: "¿Cree que la administración norteamericana es honesta en su enfoque sobre la prevención de la proliferación de armas de destrucción masiva?".

Toben: "No, Estados Unidos no es honesto en su enfoque, porque el actual gobierno norteamericano está influenciado por consideraciones sionistas mundiales para mantener la supervivencia de la entidad colonial europea, apartheid, racista, sionista de Israel, y así se hará lo que sea por salvar la supervivencia de ese estado…"

Pregunta: "Israel es una amenaza nuclear para la región de Oriente Medio, no respeta el derecho internacional, y no afronta oposición alguna desde Estados Unidos, al tiempo que aplica presión sobre otros países que intentar acceder a tecnología nuclear para propósitos pacíficos. ¿Cree que esta política de doble rasero es un factor relevante en el conflicto de Oriente Medio?".

Toben: "Por supuesto, el doble rasero es un factor importante que continúa produciendo inestabilidad en la región. Pero debemos recordar que Estados Unidos no puede trabajar en solitario en esta región, y parece encontrar colaboradores fácilmente. Ya hemos visto cómo Israel está ocupado en Irak haciéndose con el control de cosas vitales.

“Este hecho también operará en Irán - y es por lo que los revisionistas están boquiabiertos de que ningún régimen no árabe, aparte de Egipto, haya impulsado abiertamente la adopción de una denuncia del 'Holocausto'. Es esta información la que ayudará a desmantelar la entidad sionista, debido a que el Estado de Israel se fundamenta en la mentira del 'Holocausto'. Los revisionistas tienen a mano toda la información que eliminaría la motivación sobre la que se sustenta Israel". (6)

Revisionista francés: ‘La gran mentira del presunto 'Holocausto' en el que desafortunadamente parecen creer "




El profesor Robert Faurisson, ex-conferenciante de la Universidad de Lyon , fue entrevistado por MEHR . Lo siguiente son extractos:

Faurisson: "En Francia, el poder judío es aun más fuerte que en Estados Unidos. En Francia es nuestro lobby número 1. Nadie se atreve a hablar contra esa gente por su supuesto 'Holocausto'…"

MEHR: "…En realidad, Francia no respeta los derechos de sus ciudadanos, ya que ha prohibido el hijab en las escuelas públicas. ¿Cómo evalúa eso?".

Faurisson: "Porque los judíos, en un cierto sentido, son utilizados para tratar a los franceses como ellos tratan a los palestinos. La diferencia es que los palestinos se niegan a obedecer a los judíos, mientras que los franceses obedecen a los judíos, una vez más a causa de la Gran Mentira del supuesto 'Holocausto', en que desgraciadamente parecen creer.

“El supuesto 'Holocausto' de los judíos es la espada y el escudo de la tiranía judía en todo el mundo. Destruid el mito". (7)


El profesor universitario iraní Heshmatoláh Qanbari, en una entrevista en el Canal 1 TV de Irán, hizo declaraciones antisemitas en las que subrayaba la "naturaleza malvada" de los judíos a lo largo de la historia, basando sus creencias en "la verdad histórica" según el Corán, con el aspecto de un análisis científico.

Qanbari afirma que los judíos a lo largo de la historia son "un elemento subversivo" de la sociedad humana y "un movimiento anti-humano", que es "peligroso tanto para cristianos como para musulmanes", y para el monoteísmo. Los judíos, según Qanbari, son la fuente de "todo lo corrupto de la humanidad", y durante toda la historia han mostrando tendencias expansionistas, codiciando y usurpando otras naciones. La dominación global es también uno de sus objetivos, según Qanbari, que afirma que la mayoría de Europa está hoy bajo control judío. Qanbari también advierte que la ideología "racista" y "satánica sionista puede tomar el mundo". Lo siguiente son extractos de la entrevista:

Qanbari: "El movimiento anti-monoteísta de los israelitas fue clandestino, ocultando así la esencia de su plan al público, y presentando sólo parte de la imagen a la gente".

Entrevistador: "Si".

Qanbari: "No hablo de política. Son verdades históricas. Son los sucesos que en realidad tuvieron lugar en la historia de la humanidad. Concluimos de la historia que el tema de los israelitas y judíos que gobiernan la palestina ocupada hoy es básicamente un movimiento anti-humano".

Entrevistador: "Si".

Qanbari: "Son tan peligrosos para los cristianos, como lo son para los musulmanes. Hablamos del peligro que suponen los israelitas no-monoteístas, anticonvencionales y culpables y [el peligro que suponen] los judíos a lo largo de la historia.

“Ningún grupo – si siquiera los idólatras y los
jahiliyya - es atacado tan duramente en el islam como los judíos. Es una orden [del Corán]. Después de todo, el Corán es un libro eterno, claro y divino, y hoy examinamos esto desde un punto de vista islámico. ¿Por qué habla el Corán - el libro eterno - tan furiosamente de un grupo que presuntamente es monoteísta?.

“El Corán es la palabra de inspiración divina, y debe haber un motivo de peso para atacar este grupo. Caballero, desde lo maldito de su creación, han adoptado una ideología absolutamente racista.

“En su segunda ley, los israelitas afirman que su Dios es Jehováh. Escriben que Jehováh asignó el culto a las estrellas a todos los pueblos, pero Él escogió al pueblo de Israel para Sí Mismo. Es un punto delicado. Significa que ven un Dios que otras criaturas vivientes no tienen derecho alguno a que sea su Dios. Es un Dios específicamente para este grupo. Los otros tienen otro Dios. Esta ideología politeísta tan importante fue anulada por el primero de los diez mandamientos de Moisés.

“Todo rasgo corrupto de la humanidad se originó en este grupo. Toda la corrupción. Diez años después de que [Mahoma] comenzara su misión, en otras palabras, en el 620 DC, surgió una guerra entre los Yazdgird [sasanios] y el pueblo de Siria, [contra] el Imperio Romano. En esta guerra, un gran grupo de romanos fue capturado por Yazdgird, me refiero a Khosow Parviz. Una de las cosas que ellos [los judíos] hicieron fue lo siguiente: compraron a los cautivos cristianos romanos al rey Sasanio, y masacraron a 90.000 cristianos sobre la marcha.

“Se infiltraron en todos los lugares a los que fueron encubierta y soterradamente. Palestina no fue el primer lugar al que se dirigieron. Fueron a Italia, a Jordania, a Egipto, a la Península Arábiga… Dondequiera que fueran, extendieron la corrupción y controlaron la economía.

“Cualquiera que conozca la verdad, ciertamente no tiene [más] elección que hacerles frente a causa de la continuación de la humanidad y la supervivencia del camino de Dios. Es un grupo muy reducido que no hace sino sembrar el conflicto y la corrupción. Hoy, una gran parte de Europa está bajo su control. Recaudan impuestos sin motivo. Si se hacen más fuertes, su tratamiento destructivo de los cristianos superará su tratamiento [dispensado a] los musulmanes. El día global de Jerusalén es el día global de la humanidad y de la identidad monoteísta de la raza humana. Significa que los sionistas israelíes no ocuparon tierra meramente; el tema se ha complicado. Es una ideología satánica e impura que puede tomar el mundo…"

Entrevistador: "Y es peligrosa para todas las religiones…"

Qanbari: "Y tiene intención de serlo". (8)





‘Los ojos azules de Zahra” - una telenovela semanal en la que los funcionarios israelíes extraen los ojos a niños palestinos para implantarlos en israelíes

El canal de televisión Sahar 1 TV emite actualmente una serie semanal titulada "Los ojos azules de Zahra" o "Por ti, Palestina". La serie, estrenada el 13 de diciembre del 2004 y emitida cada lunes, está rodada en Israel y en el West Bank. Fue filmada en persa, pero posteriormente fue doblada al árabe. (9)

“La trama presenta un candidato israelí a primer ministro, Yitzhak Cohen, que es también comandante militar del West Bank. El programa contiene escenas de cirugía gráficas e imágenes de una niña palestina hospitalizada cuyos ojos le han sido extirpados, con vendas que le cubren las cuencas.

“Israel es presentada como garante de "su superioridad racial". Cohen, un manipulador siniestro, dice: "somos la mejor de [entre] las razas del mundo. Nuestra tierra debería extenderse desde el Eúfrates al Nilo. El petróleo yace entre el Eúfrates y el Nilo".

“Israel aparece como un país líder en el campo del transplante médico y la clonación de órganos humanos, que dispone de un arsenal de decenas de corazones humanos y fetos artificiales. Cohen busca entre los niños de un campamento de refugiados palestinos el candidato perfecto para proporcionar varias partes del cuerpo a su hijo deforme. Los niños refugiados palestinos son presentados como una pila de números en las listas israelíes, a la caza de órganos humanos óptimos para "reconstruir" al hijo deforme de Cohen.

“Los israelíes de la serie orquestan un gran plan de engaños, en el que secuestran a una joven palestina cuyos ojos son compatibles, y presentan una compleja mentira a sus familiares y al campo de refugiados entero, informándoles de que necesita ser hospitalizada para evitar la extensión de una enfermedad ocular contagiosa ficticia. Los israelíes son presentados como expertos manipuladores y del engaño, y como violentos, explotadores, materialistas y avaros.

“Cada episodio contiene una corta caracterización de la historia del conflicto palestino- israelí desde el ángulo palestino, en la que los sionistas son presentados como ocupantes y usurpadores. Los principales protagonistas palestinos son la niña, Zahra, y su anciano abuelo, Abd Al-Rahmán. Así, los palestinos son presentados como desvalidos y vulnerables, sin la presencia de una "figura padre" o de un guardián.

La reclamación de [la] Palestina [histórica, Israel incluido] es generalmente expresada por una de las figuras más ancianas y con autoridad, como el abuelo o la enfermera, que enseñan a los niños su historia y la de su tierra saqueada. Así, por ejemplo, en el episodio 5, el abuelo dice a Zahra: "Aquí nacimos y aquí debemos morir. Tomaron por la fuerza nuestro país y conquistaron nuestra tierra". En el último episodio, el número 7, la historia de Zahra levanta a la masa palestina para rebelarse contra los usurpadores sionistas. El hermano de Zahra, Isma'il, jura vengarla cometiendo una operación de martirio. Así, la desvalida niña, Zahra, simboliza a la palestina oprimida. Cuando ella queda ciega, se convierte en testigo y testimonio de la difícil situación de Palestina, permitiendo que la generación joven vea de donde vienen con claridad. La serie justifica las operaciones palestinas de martirio contra israelíes.



‘Adonya’ – un drama histórico acerca de los judíos a comienzos de la era cristiana

El pueblo de la cueva "' [ ashab-e kahf ], emitido en Sahar TV , presenta la era cristiana temprana desde una perspectiva islámica. El séptimo episodio, emitido el 30 de diciembre del 2004, muestra la crucifixión de algunos de los seguidores de Jesús por los romanos. En una escena que recuerda a la crucifixión de Jesús, la serie muestra [unos] judíos que pasan por el lugar de la crucifixión, deteniéndose para abusar del predicador cristiano crucificado, Adonya, tirándole piedras con alegría y perversión, mientras es crucificado. Un soldado romano intenta detenerlos, pero los judíos le sobornan y continúan abusando de Adonya. A la hora de presentar [a los actores] como judíos, los actores hablan como dibujos animados, y llevan la vestimenta tradicional "judía" de oración (un talith, que sólo se usa en realidad durante la oración). (10)

Drama ‘ Al-Shatat’ : Conspiraciones, asesinatos rituales y ejecuciones.

Se emite actualmente en el canal iraní Sahar TV el drama antisemíta " Al-Shatat ", emitido originalmente en el canal de Hezboláh,
Al-Manar TV . La presentación descarada de rasgos antisemitas por parte de Al-Shatat fue la principal causa de la prohibición de Al-Manar TV en Francia. El actual re-estreno es una versión ligeramente modificada, en la que algunos de los rasgos más criticados por el sionismo del original fueron cortados. La serie propaga la idea de que los judíos han intentado controlar el mundo durante muchos siglos, a través de un gobierno judío secreto global. Según la trama de la serie, este gobierno secreto ha sido liderado desde el siglo XIX por la familia Rothschild. (11)

Bajo la dirección de este gobierno, los judíos son directamente responsables de lo siguiente: iniciar la guerra ruso-japonesa; asesinar al archiduque Franz Ferdinand en Sarajevo; iniciar la Primera Guerra Mundial; lanzar la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki; derrocar al sultán otomano; deponer al Zar Nicolás II; iniciar los pogromos de Kishinev; asesinar ritualmente a un niño cristiano en Rumania y utilizar su sangre para [hacer] matzos; torturar y asesinar a un judío que se casó con una cristiana; asesinar al Zar Alejandro III en Rusia; causar el colapso de la bolsa británica tras la Batalla de Waterloo, y de nuevo durante la Primera Guerra Mundial, para amasar millones de libras (para los Rothschild); espiar para Alemania contra Francia (Dreyfus); inventar armas químicas (Chaim Weizmann) y venderlas tanto a alemanes como a ingleses; negarse a aceptar a refugiados judíos ancianos que huían de los Nazis hacia Palestina; asesinar a 100 personas en Egipto durante maniobras militares antes de la Primera Guerra Mundial; deponer al primer ministro británico Sir Asquith; hundir un barco cargado de refugiados judíos en ruta a Estados Unidos; asesinar a judíos emigrantes que intentaban regresar a Europa; asesinar a muchos otros personajes conocidos de todo un abanico de maneras; y muchas otras catástrofes y prácticas criminales. (12)

Notas:

(1) La emisión de ‘ Al-Shatat ’ y la posterior protesta de la comunidad judía francesa fue una de las principales razones de la reciente prohibición del canal de televisión Al-Manar TV en Francia.

(2) Los medios de comunicación iraníes también emitieron una traducción persa de la serie antisemíta egipcia " Caballero sin caballo ", que se basa en Los Protocolos de los Sabios de Sión .

(3) Tehran Times (Irán), 26 de enero del 2005. http://www.mehrnews.com/fa/NewsDetail.aspx?NewsID=141246

(6) MEHR (Agencia de Noticias iraní), 29 de diciembre del 2004.

(7) MEHR (Agencia de Noticias iraní), 18 de diciembre del 2004.

(8) Canal 1 de Irán, 11 de noviembre del 2004. Para ver un clip o la trascripción, visite http://memritv.org/Search.asp?ACT=S9&P1=420

Para ver el episodio 2, visite http://memritv.org/Search.asp?ACT=S9&P1=458

Para ver el episodio 5, visite http://memritv.org/Search.asp?ACT=S9&P1=508

(10) Para ver el clip, visite http://memri.org/bin/articles.cgi?Page=archives&Area=sd&ID=SP62703

(12) La serie fue producida con la asistencia del gobierno sirio.

Los países bálticos dan un giro histórico y sus gobiernos reivindican su lucha contra la tiranía soviética

EL EJE LETONIA-ESTONIA-LITUANIA ENFRENTA AL KREMLIN Y A LA VISIÓN OFICIAL DE LA IIa, GUERRA Y EXALTA COMO HÉROES NACIONALES A QUIENES COMBATIERON EN LAS WAFFEN SS

Los países bálticos dan un giro histórico y sus gobiernos reivindican su lucha contra la tiranía soviética

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En el centro, Vaira Vike-Freiberga, Presidenta de Letonia.

Lunes 21 de marzo de 2005

TALLIN, ESTONIA - 21.03.05 (RK) -- Los países bálticos están iniciando un cambio histórico. El primer síntoma público fue el gran acto popular organizado por el gobierno de Letonia en homenaje a los soldados nacionalistas caídos en la lucha contra el comunismo en la Segunda Guerra Mundial.

Rusia, que invadió y esclavizó a la región durante décadas, protestó por este evento por considerarlo "ofensivo" contra su nación. Quizás Vladimir Putin pensó que ejerciendo un poco de presión podría doblegar la voluntad de ese país. Pero recibió la respuesta lapidaria de la presidenta letona, Vaira Vike-Freiberga, quien se negó a participar de la "celebración" por la derrota del Eje el próximo 9 de mayo. Y luego, casi en forma inmediata, llegó el segundo golpe al Kremlin, cuando los mandatarios de Estonia y Lituania informaron que tampoco concurrirían a la capital rusa en esa fecha por los mismos motivos que Letonia, es decir, porque consideran que la victoria de la URSS y sus aliados occidentales fue el inicio de un genocidio y no de una "liberación".

La diplomacía moscovita se enfureció y el presidente del Parlamento Federal de Rusia, Sergei Mironov, dijo a fines de la semana pasada que los países bálticos están cometiendo "un error histórico" por apartarse de la visión oficial de los hechos impuesta por los Aliados en 1945.

Pero estas amenazas no parecen surtir efecto alguno, y el proceso de cambio se acelera día a día.

El gobierno de Letonia no sólo auspició la marcha del jueves último. En enero de este año ya había publicado un libro denominado "Historia de Letonia: Siglo XX", en la cual resalta el papel de los hombres de las Waffen SS como "Héroes Nacionales", y llama a aquellos que apoyaron al Ejército Rojo "traidores a la Patria". Esta obra fue acogida muy bien por la población, y de hecho esto es lo que se le enseña a los niños letones en todos los colegios. Israel intentó inmiscuirse en el asunto exigiendo que se modifiquen los manuales escolares, pero Riga rechazó de plano la demanda, considerando que era una inadmisible injerencia extranjera en una cuestión nacional.

Por su parte, Estonia prepara otro acto revisionista para el 8 de mayo. Un día antes de que los rusos celebren "con vodka y pescado la invasión criminal a las naciones bálticas", tal como explicó Vike-Freiberga, el país inaugurará oficialmente un monumento en homenaje a las tropas del Eje. Está emplazado en la ciudad de Tallin, capital de Estonia. Existe otro monumento, puesto por los comunistas para recordar a los bolcheviques, que es objeto de permanentes actos de repudio por parte de la población, por lo que no se descarta su pronta remoción.

Lituania parece seguir el mismo camino de sus vecinos, y la muestra reside en la comentada declinación a la invitación de Putin de viajar a Moscú.

Muchos acusan al gobierno de Letonia de haber generado todo. Pero la realidad es que los pueblos bálticos siempre abrigaron en sus corazones estos ideales y convicciones, y bastó que alguien se decidiera a dar el primer paso para empezar a marchar. El eje Letonia-Estonia-Lituania forma parte desde hace pocos meses de la Unión Europea, y ya hay ciertos analistas que ven con preocupación su posible influencia en la coalisión, lo que sumado a sus crecientes lazos y contactos con el resto de los movimientos patriotas del continente, puede hacer peligrar y tambalear la tiranía del pensamiento único impuesta hasta el presente por el sistema.

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Informe especial de la Red Kalki
redkalki@libreopinion.com

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Recordando las victimas del Wilhelm Gustloff

Sesenta años despues del hundimiento del Wilhelm Gustloff se realizó en Skogskyrkogården, Estocolmo, Suecia una ceremonia para recordar a las victimas.

Fotos de la ceremonia:
http://www.nationalvanguard.org/docs/gustloff_comm.html

Link:
http://www.feldgrau.com/wilhelmgustloff.html

El 30 de Enero de 1945 el buque mercante Wilhelm Gustloff fue hundido por un submarino sovietico. El buque era parte del el rescate marítimo y la evacuación más grande de la historia y llevaba 6600 personas (segun las estimaciones más conservadoras, dado que hay otras que ponen esta cifra alrededor de 10.000 en un barco diseñado para llevar menos de 2.000 pasajeros) la mayoría mujeres y niños que escapaban del terror del avance del Ejercito Rojo. Casi todos murieron en lo que fue el peor desastre marítimo de la historia murieron muchos más que en el Titanic o que en los ataques del 11-S.